miércoles, 14 de mayo de 2014

Insostenible (Publicado en El Universal)

Ocho de cada diez venezolanos consideran que la situación del país es negativa, según los últimos estudios de opinión.  Esto se debe, en primer lugar, al fracaso de un modelo económico importado de Cuba que acabó con la producción nacional, multiplicó las importaciones, disparó la inflación y el costo de la vida e hizo de la escasez y el desabastecimiento algo cotidiano en pleno siglo XXI y con el barril de petróleo a casi cien dólares.  Se debe también a la violencia, que sigue corriendo suelta en medio de la más absoluta impunidad, cobrando casi cinco mil víctimas en lo que va de año. También inciden el colapso de la salud, el desempleo y la crisis de los servicios públicos. Hay un clima general de inestabilidad y los responsables están, según esos mismos sondeos, bien identificados: Nicolás Maduro y su gobierno.

Más allá de lo coyuntural, estamos ante la insostenibilidad de un sistema signado por la irresponsabilidad, el rentismo y el clientelismo. La irresponsabilidad, una constante en estos quince años, no se trata sólo de un tema administrativo, sino de la incapacidad de las autoridades para asumir sus funciones. El gobierno se convirtió en el campeón del "yo no fui" y del "nadie sabe, nadie supo". Cualquier persona desinformada del contexto tendría a bien creer, al leer declaraciones de los voceros gubernamentales, que se trata de un representante de la oposición. El gobierno debe dejar de sacarle el cuerpo a los problemas y dedicarse a resolverlos.  Por supuesto, contra ello conspira su total incapacidad.

El rentismo ha castrado las potencialidades económicas del país. El petróleo abrió las puertas a un sinfín de posibilidades económicas y sociales. Sin embargo, el problema está en que hoy dependemos, más que nunca, de la renta petrolera, mientras la industria se encuentra en su peor momento histórico. Es urgente diversificar la economía. Esto implica desarrollar la producción nacional y confiar en el emprendimiento venezolano.  La única manera de promover esto es cesar la persecución contra los particulares y considerarlos como aliados y no enemigos.  De más está decir que al gobierno actual esto no le interesa.

Del modelo rentista ha resultado la corrupción y el clientelismo político. El clientelismo es un cáncer que desangra el erario público y, como grotesca garrapata, engorda una administración ya fofa, lenta y amorfa.  Además de dar al traste con criterios como la excelencia, el mérito y la profesionalidad, el clientelismo distrae los esfuerzos del Estado, lejos de la gestión, que ya no es prioridad, hacia tareas proselitistas y el mantenimiento de liderazgos personales y estructuras partidistas.

La única manera de construir una Venezuela distinta es erradicando estas desviaciones y logrando un aparato eficiente, transparente y responsable, cuyo norte sea la solución de los problemas y las transformaciones sociales, el combate a la pobreza y la violencia y la promoción del bienestar y la movilidad social. Se trata, de nuevo, de diversificar la economía y poner los ingresos petroleros a buen uso, lo que incluye dejar de regalar nuestros recursos a otros países y detener la corrupción. Un país de abundancia, seguridad y progreso es posible, sólo si nos atrevemos a derribar estas alcabalas que, en perjuicio del pueblo, se han enquistado en el sistema hasta hacerlo insostenible. 

@danielfermin

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