domingo, 29 de noviembre de 2015

Censura, autocensura y vergüenza (Publicado en RunRunes)

L
a censura no tiene lugar en democracia.  Es un acto aborrecible, denigrante, que sale de las entrañas de la prepotencia del poder.  También de sus temores, el temor a la verdad, a la diversidad, el temor a quedar en evidencia.  La censura busca aplastar, negar los hechos y, más allá, la mera duda sobre los hechos.  De los censurados busca el desánimo, la derrota, el sentimiento de insignificancia.

Peor que la censura es la autocensura.  Por temor al censor, al poderoso, se agacha la cabeza, en un acto que es a la vez indignante y profundamente vergonzoso.  Cree el que se autocensura estar a salvo, cuando en realidad sienta el peor de los precedentes, uno que otorga al censor todo el poder para manipular a su voluntad a su víctima, a la que sabe ahora dominada y vencida.
En Venezuela hemos conocido de sobra ambos fenómenos.  Hoy los medios no existen.  No en su condición natural.  Si hay un temblor, no lo reportan hasta que el gobierno no lo haga, no vaya a ser que los multen.  Se acabó la cobertura en vivo, de lo que sea.  Los casos más sonados ruedan ampliamente por la mensajería celular, días antes de que algún medio se atreva a reportar una noticia ya vieja, que no es novedad para nadie, en su versión más diluida.
Así, la sombra ominosa del silencio lo cubre todo. Hablar con cuidado, escribir con cautela.  No te metas en eso, deja eso así.  El abuso hace de las suyas, arremete ante la estrategia de la pasividad, ante la contradicción fulminante según la cual lo que hay que hacer es no hacer nada.  Pasar agachado es la máxima para medios, empresas, universidades y particulares que se suman a la lista de víctimas del insaciable censor.
Pero el silencio no logra nada, sólo alimenta el gran tumor del miedo y la metástasis del atropello.  Y, así, lo contagia todo… En esto no hay honor ni prudencia.  Sólo miedo.  Lo que ignora la víctima, o se hace el que lo ignora, es que su postura acomodaticia nada logra.  Todo lo contrario, su silencio lo hunde más en el abismo, su inacción es un profundo golpe contra la esperanza.
Nuestro pueblo indómito, el del cuero seco, el parejero, el del derecho a pataleo, hoy ve cómo sus referentes éticos y morales abordan resignados el tren hacia el silencio, con la vana esperanza de que en el trayecto pare por gracia o cambio del conductor.  Nada lograrán, sino perpetuar la afonía por atrofia, matar la pluma por la artritis al principio impuesta y luego autoimpuesta.
El silencio nunca servirá para nada.  Ante la censura, como acto injusto e impúdico, alzar la voz.  Ante la autocensura, vergonzosa e indignante ¡alzar la voz! Alzar la voz por la dignidad, por lo bueno y justo.  Alzar la voz por Venezuela.  Basta de silencio.

@danielfermin

lunes, 11 de mayo de 2015

“Vamos a reír para no llorar” (Entrevista en el Diario de Los Andes)

Desde la sociología: la gente no es feliz haciendo colas

 “Vamos a reír para no llorar”
Desde la sociología: la gente no es feliz haciendo colas - See more at: http://diariodelosandes.com/index.php?r=site/noticiasecundaria&id=10779#titulo

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 A no confundir el profundo descontento que está viviendo la sociedad venezolana con un supuesto ‘bochinche’, y ver el humor como una de las tantas maneras para expresar el desacuerdo con el actual Gobierno, llamó el sociólogo Daniel Fermín Rosalinda Hernández C./ @roshernandez.-

Se ha escuchado decir que los venezolanos de todo sacan un chiste, citando a Francisco de Miranda con su célebre frase: «¡Bochinche, bochinche! Esta gente no es capaz de hacer sino bochinche», se podría deducir que esta práctica no es nueva, y que el venezolano siempre está dispuesto a la chanza y el buen humor como parte de su acervo cultural e identidad, poseen una manera de ser particular y caribeña.

Para el sociólogo Daniel Fermín no es cierto que el venezolano sea solo “bochinche”, sería grave asumirlo como una verdad.

Hay quienes dicen que la gente es feliz en las colas para hacer compras y eso no es verdad, explicó. “Los ciudadanos hacen las colas que les toca hacer, esto no quiere decir que lo hagan felices. Lo que sucede es que tienen que hacerlas porque si no las hacen, no compran alimentos, medicamentos, o lo poco que se consigue”.

La actitud asumida por las personas en las colas es igual que en cualquier otro lugar: “Aquí cabe una analogía que puede parecer un poco oscura, pero engloba bien al caso. Cuando uno va a un velorio consigue gente muy triste, con mucho pesar, pero también hay gente con mucho humor y no se trata que sean personas faltas de respeto, sino que tienen una manera de administrar las realidades”.

¿El venezolano evade la crisis con el humor?
-“No creo que se trate de evasión. Lo que hacemos con el humor es una profunda crítica. Pero detrás del humor, cuando el venezolano dice, `vamos a reír para no llorar´, hay una visión de lo mal que están las cosas, porque la gente no está echando chistes de Jaimito, la gente habla de lo que está viviendo”.

“Lo veo como una profunda crítica social no expresada en los mecanismos donde se puede o debe expresar. Una crítica, una reflexión y nunca de evasión o tomársela a la ligera”.

“Cuando el presidente Maduro se dirige al país, a los pocos minutos empiezan a publicar en las redes sociales frases o imágenes alusivas al discurso del mandatario en forma jocosa. Esto refleja la manera de alzar la voz de un pueblo que cada vez tiene menos medios y recursos para expresarse”.

“No nos confundamos, de repente donde estamos viendo bochinche lo que hay es un profundo descontento, y el humor es una de tantas maneras para expresarlo, claro, no todos lo dicen al estilo de Laureano Márquez”.

“Algunas personas muestran su descontento quemando cauchos o asistiendo a marchas, y hay quienes muestran su descontento a través del humor”.

¿El venezolano hace de su desgracia un chiste? 
-“No es que el venezolano no sea serio, en todas partes encontramos gente muy seria. Estoy convencido que quienes nos gobiernan no son serios y que lo que dicen es tan risible que `nos la ponen de bombita´ para hacer chistes de ellos”.

“Si dicen cosas como que si te bañas en tres minutos no quedas hediondo, como decía Chávez, él no lo hacía a lo mejor, pero lo decía para que las personas se sintieran identificadas con él. Eso no le queda bien a todo el mundo, hay quienes dicen que a Maduro no «le queda bien ser Chávez», que es forzado, esto quiere decir que el presidente no tiene chispa, ni carisma”.

“Lo que sucede con Maduro es que se hace una burla frente a una burla. Es como decir: es tan bufo lo que dices que yo me burlo de ti”.

“Es tan contundente el humor que hasta los líderes políticos están apelando a el para denunciar. Lo hizo Henrique Capriles a través de su cuenta Twitter, al regreso de Maduro de China, le preguntó si había traído leche en polvo al pueblo”.

Perfil Daniel Fermín, Sociólogo, docente e investigador del Centro de Estudios Políticos de la Universidad Católica Andrés Bello -UCAB-. Con experiencia en estrategia de nuevos medios, editor de la revista PolítiKa UCAB, articulista de los diarios El Universal, Run Runes y Tal Cual. - See more at: http://diariodelosandes.com/index.php?r=site/noticiasecundaria&id=10779#titulo

domingo, 19 de abril de 2015

Seguimos luchando por el cambio


No nos van a amedrentar. Seguiremos aquí, en el corazón de las comunidades populares, donde vive la gente más golpeada por el fracaso de este régimen. Estamos comprometidos con la construcción del cambio y el progreso de todos los venezolanos. ¡Vamos a derrotar a la violencia!

sábado, 18 de abril de 2015

¡Vamos a derrotar a la violencia!


Las dos caras de nuestra caminata por Los Frailes de Catia. Nuestro casa x casa fue recibido con una gran receptividad por los vecinos deseosos de CAMBIO. Ya finalizando un grupo de motorizados armados que no son de la zona subieron echando plomo. Se encapucharon y preguntaron por algunos de nosotros por nombre y apellido. La policía nada hizo, se fue siguiendo órdenes de los delincuentes. Saverio Vivas, candidato de Catia para Catia, intentó dialogar con ellos y le partieron la cara con una pistola. ¡No nos van a amedrentar! La violencia no va a parar la fuerza de un pueblo que quiere CAMBIO. VAMOS A DERROTAR A LA VIOLENCIA. ¡VENEZUELA TIENE QUIEN LA DEFIENDA!

jueves, 16 de abril de 2015

Activando por el cambio...

En Los Magallanes con Rosa Figueroa, leyenda de CATIA, construyendo el #CambioIndetenible

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Recorriendo LA COROMOTO en Los Frailes de CATIA, llevando el mensaje del #CambioIndetenible casa por casa

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Caminando Los Magallanes de #CATIA llevando el mensaje de #CambioIndetenible rumbo a las #PRIMARIAS con Saverio Vivas

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Con vecinos de San Andrés en EL VALLE, junto a José Guerra, organizando el #CambioIndetenible desde las bases

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Politika de calle #05: Donde no llega el Estado (Publicado en PolítiKa UCAB)

Semana Santa nos agarró en el llano guariqueño.  Caminos de tierra cruzan la inmensidad de una tierra hermosa, aunque castigada por los estragos del intenso verano.  Mayores son, sin embargo, los estragos de otro orden, los que provienen del colapso y el abandono de las instituciones públicas.  Los servicios públicos no existen en la ruralidad venezolana y, más allá del hechizo que evocan las aguas del morichal y la luz omnipresente de la luna llena en unas noches que nunca son del todo oscuras, se manifiestan las deficiencias del día a día, la necesidad que pasa la gente. 

Por cuadras llaneras se ven personas sentadas sobre sus bombonas en la vía principal, esperando a ver si pasa el camión.  El resto cocina a leña.  Luz eléctrica, ni hablar.  El llano se mueve a punta de plantas que funcionan con gasolina.  Un desperfecto en alguna y sucede lo que encontramos en Parmana: no hay repuestos, por lo tanto no hay luz, por lo tanto no hay, para decir lo menos, hielo ni nada que requiera de refrigeración desde hace tres meses.  Los Mercales, cerrados.  El patrullaje, prácticamente inexistente.  Que el mundo rural posea riquezas propias, infinitamente distintas a las de nuestro caos urbano, no justifica el abandono.  Por allá no llega el Estado.

Días antes nos encontrábamos en otros caminos, también de tierra, que mostraban otros rostros de hastío sobre otras bombonas, esperando a otros camiones que tampoco llegaban.  Casas de bahareque nos transportaban a siglos pasados y sólo el zumbido de las motos nos recordaban que no estábamos en alguna sabana lejana sino en los linderos del Área Metropolitana de Caracas.  Hablamos de la Zona Rural de El Hatillo.

Más de 400 kilómetros separan las dos localidades.  No obstante, muchos de los problemas son los mismos. ¿Por qué? La ruralidad tiene su dinámica, sus maneras, lo hemos dicho.  No se trata de eso, hay algo más allá: la ausencia del Estado.

En la Fila de Turgua conversamos con Gustavo Cisneros.  Comparte nombre y apellido con uno de los magnates más reconocidos del país y del mundo, aunque su realidad dista mucho de la de su tocayo de La Colina.  Gustavo es docente y promotor comunitario, recorre todos los caseríos de la Fila pendiente de la cisterna que surte agua a las casas que dependen de ella ante la ausencia del servicio directo.  En tiempos pasados, con el esfuerzo de una Cooperativa, consiguió y manejó una ambulancia en El Calvario, el barrio popular ubicado en la zona urbana, frente al pueblo de El Hatillo, hasta que se metieron el Estado y la prudencia de las leyes, y dejó de manejarla...  Y dejó de haber ambulancia en El Calvario.  En tiempos remotos fue concejal, aunque su tono y carácter es la de un hombre que es político en su preocupación y vocación por lo público, pero que se ha cansado ya del carnaval partidista y electoral.  Es, ante todo, un hombre sencillo, cordial, servicial, tímido ante la cámara.  Conoce a todo el mundo, a los papás de todo el mundo, y las historias de todo el mundo.  Critica donde hay que criticar, reconoce donde hay que reconocer.  Con él recorremos las realidades de la ruralidad hatillana, a escasos kilómetros de La Lagunita, su despampanante vecina, con la que comparte, si acaso, una jurisdicción político territorial.

La comparación la hacemos muy adrede.  Es parte del drama de esta zona remota, rural, que forma parte de un municipio tenido por muchos, erróneamente, como rico.  También es un municipio de recursos muy escasos, por los cuales se pelean los ciudadanos de las zonas más densas.  Hay, en El Hatillo, al menos cuatro realidades: la de una clase media que reclama la atención de las instancias del gobierno, específicamente de la Alcaldía; una pequeña zona popular que tiene menos gente pero más necesidades; una robusta zona de mansiones con ciudadanos que, también en su derecho, reclaman servicios, ornato, seguridad, atención del gobierno; y nuestra zona, la que recorremos con Gustavo: rural, empobrecida, marginal en el sentido más estricto de la palabra. 

En un punto de la Fila de Turgua se cruzan tres municipios de Miranda: El Hatillo, Baruta y un Paz Castillo que ya nos suena lejano a los caraqueños.  Más allá de lo trivial, esto viene a constituir un drama adicional, el de esas tierras de nadie, fronterizas, que nadie suelta pero que tampoco nadie quiere.  Allí hay habitantes, más que ciudadanos.

Cuatro niveles de gobierno tienen competencia sobre la Zona Rural de El Hatillo: el gobierno nacional, la Gobernación de Miranda, la Alcaldía del Área Metropolitana de Caracas y la Alcaldía de El Hatillo.  A esa lista debemos sumarle la Corporación de Desarrollo de la Cuenca del Río Tuy “Francisco de Miranda”, mejor conocida como CorpoMiranda, a cuya cabeza se encuentra el ministro Elías Jaua, bautizado desde el alto gobierno como el “Protector” del Estado.  De modo que con cuatro instancias electas y una paralela que supera en presupuesto a varias de las anteriores, cabría suponer algún tipo de presencia y, con suerte, algún esfuerzo mancomunado en la zona.  No es el caso.

No hay coordinación alguna, nos dice Gustavo.  Las instituciones no se ponen de acuerdo ni se organizan en beneficio de la comunidad.  Hay demasiada separación y anda cada quien por su lado, insiste.  Compiten, no en gestión, sino en poder: “los que tienen más poder se lo quitan a los que deberían tener, que tampoco hacen”.  Para muestra, el ambulatorio, envuelto en una confusión administrativa entre la alcaldía y el ministerio, o la seguridad: por ser Zona Protectora, le corresponde a la Guardia Nacional Bolivariana asumir labores de patrullaje, pero no las hace.  Tampoco la Policía de Miranda ni la Policía de El Hatillo tienen mayor presencia, mientras la droga le gana el juego a la juventud en una zona donde no existen mayores oportunidades de formación, empleo, esparcimiento o buen uso del tiempo libre.

Gustavo alude al tema de la partidización como algo que “perjudica mucho” a la comunidad.  No el hecho de que existan partidos, sino la dinámica que surge cuando los dirigentes ponen el querer figurar, o “protagonizar”, como él mismo lo define, por encima de las soluciones y las propuestas concretas.  No hay, a escasos kilómetros de la Capital, los servicios más básicos, y la partidización, o más específicamente los conflictos que surgen a partir de la partidización, se han constituido en un obstáculo para que lleguen esos servicios.

Creemos justo reconocer, en medio de este estado de abandono en el que viven los ciudadanos de las zonas rurales, la presencia de mujeres y hombres que trabajan en lo público y desde lo público.  Sorprende que en algunas zonas de Turgua pasa el aseo urbano, prestado por la alcaldía, que también proporciona la cisterna.  El ambulatorio cuenta con un médico cubano.  Cuando decimos que no llega el Estado no queremos despachar ni minimizar estos esfuerzos, sino señalar su insuficiencia.

¿Qué hace falta para cambiar esto? Es una pregunta que le hacemos directamente a Gustavo.  Responde completando el diagnóstico: “Somos la otra cara de Venezuela.  La gente que necesita, la gente que no tiene, la gente que pasa trabajo”.  Continúa relatando las carencias: de transporte público, seguridad, escuelas mal dotadas, ausencia de comedores, Mercales que no abren, hogares de cuidado diario que hacen falta, y concluye que se debe “a la misma parte política”, con lo que quiere referirse a la conflictividad.  Aterriza en los retos, en lo que hace falta para cambiar y se centra en la unión entre los vecinos y en la imperiosa necesidad de consolidar una mayor organización.  Están las leyes que promueven la participación, los consejos comunales, “pero no se lleva a cabo”.  Las soluciones a los problemas de su comunidad siempre han venido desde la misma comunidad, por eso su foco está allí, en fortalecer el músculo comunitario, el vínculo social primario, directo.  Quizás es tanto el abandono que ya siente al Estado lejos, al gobierno en otro plan que no es el de brindar servicios.  O tal vez la experiencia le ha enseñado que la democracia se consolida desde abajo y las reivindicaciones se logran con espíritu gregario y reclamo colectivo.

Al drama de un Estado ausente, de una conflictividad política que obstaculiza la gestiones de gobierno, de una ruralidad sin mayores dolientes en las instancias de poder y de una población que está al margen de todo lo hemos llamado Parmana, Turgua, Zona Rural.  Pero podríamos llamarlo de mil maneras, a partir de mil realidades análogas a lo largo y ancho del país.  Comunidades que carecen de lo más básico en pleno siglo XXI, ante un gobierno cuyas prioridades están en otro lado.  Coincidimos con Gustavo en que el progreso está en la fuerza de la gente, en su capacidad de organizarse y reclamar lo que le corresponde, en la verdadera democratización de lo público y en una transformación que permita redirigir el esfuerzo estatal hacia la solución mancomunada de los problemas.  Urge recuperar lo público para la gente, democratizarlo, modernizarlo, despojarlo de sus lógicas perversas, porque aún hay personas que viven como hace dos siglos allá, donde no llega el Estado.

@danielfermin

martes, 17 de marzo de 2015

Venezuela en cuatro bloques (Publicado en Tal Cual y RunRunes)



Aguantando la respiración.  Así andamos los venezolanos en medio de una crisis generalizada que se caracteriza por el desborde de la inflación, el desabastecimiento y la escasez.  Que nada se rompa, que nada se dañe, que nadie se caiga (sobre la crisis del sector salud podríamos escribir bibliotecas enteras).  Hoy la precariedad y la vulnerabilidad son cruces que cargamos a cuestas los venezolanos comunes y corrientes.

Cualquier imprevisto es un golpe.  Los repuestos de automóviles no escapan, por supuesto, a esta realidad, y cualquier metida al taller implica no sólo la incertidumbre de una fecha de entrega sujeta a la intercesión de santos patronos de repuestos inencontrables, sino la del precio final de unos productos que, precisamente por ser escasos, cuando aparecen son incomprables.  Para el que trabaja con su carro, o el que gracias a su carro puede trabajar en puntos apartados de la ciudad, una falla mecánica puede ser la diferencia entre poder hacer mercado o no, entre comer o no.

Particularmente grave es el problema de los cauchos.  El “no hay”, consigna real, aunque no oficial, de la economía revolucionaria, también domina la actividad cauchera.  El drama para cualquier hijo de vecino comienza cuando se percata de que, caramba, a un caucho le falta aire.  Manejando con cautela, se acerca tempranito a la estación de servicio más cercana, donde le dicen que, qué va, a esa hora no hay aire porque no ha llegado el muchacho, venga más tarde.  Accidéntese en horario ejecutivo.

Si sigue a otra bomba, se percata de que existe un patrón.  A la tercera estación se rinde, en ninguna hay aire.  Estación de ¿servicio? Se estaciona y pasa las horas angustiado por un caucho que está ya casi en el piso.  Cuando sale, va, ahora con más cautela, a otra bomba, donde se da cuenta de que no es cuestión de horario ni de personal.  Las bombas de gasolina ya no tienen aire.  Hasta ese punto llegó el “no hay”.

Se dirige entonces a una cauchera.  En la primera, pareciera mamadera de gallo, ¡no tienen aire! Se dañó el compresor y, naturalmente, no hay repuestos.  Piensa en los puestos de trabajo, en un negocio abierto que no sabe bien cómo funciona sin aire, como panadería sin harina.  Afortunadamente, al lado hay otra cauchera.  Se estaciona, ya preocupado porque ni el caucho de repuesto puede colocar en lugar de este que se ha antojado de dañarse.  Recuerda que, precisamente, el de repuesto está allí porque estaba ya malo para rodar.  Cosas de nuestra vialidad urbana.

En esta cauchera corre con suerte.  Aire hay.  Lo que no hay son cauchos.  O, bueno, hay promoción de cauchos con rines, salen en 72 mil los cuatro, le dicen.  Pero cauchos, cauchos, así solos, no hay.  Sí, él tampoco lo entiende mucho.  Está convencido de que un arreglo así debe ser ilegal.  También sabe que no debe ser negocio para el dueño vender un caucho solo.  Recuerda la ira que le ha producido en el pasado aquel absurdo de que en las areperas no te vendan la popular “viuda”, la arepa sola, aunque la lógica debe ser la misma.  Ira con hambre, la del peor tipo.

Pone cara de poker, como si el precio no lo timbrara, como si fuera algo accesible, pagable en cómodas cuotas o con el ras de un tarjetazo.  Le da la propina al señor que, gentilmente, insufló vida al caucho malo y a otro que va por el mismo camino.  Y así va, ya más curtido a la hora de repetir la rutina, a más tardar en dos o tres días, cuando se vacíe el caucho que difícilmente puede ahora remplazar.

La odisea del caucho no es caso aislado.  Está bien documentado el porque.  El rubro no ha recibido dólares, por lo cual la producción de neumáticos cayó a la mitad este año.  De 21 mil 500 unidades que salían de Goodyear, Pirelli y Firestone, hoy no llegan a 11 mil entre las tres.  El ministro de Transporte Terrestre anuncia unas divisas para la importación a las que nunca se les ve la cara.  Paga, como siempre, la gente. 

No es caso aislado, decíamos.  Situaciones análogas hay con los alimentos, los medicamentos, los repuestos, los insumos médicos.  Es una crisis general, producto del fracaso de políticas económicas trucutú y de la incapacidad del gobierno para recibir las críticas y rectificar el camino.

Los ciudadanos, los que sufrimos la crisis, tenemos el poder de cambiar esto en nuestras manos.  Nos intentarán convencer de lo contrario, sembrando desesperanza, indignación y temor para que sintamos que no, que no hay nada que hacer.  Pero somos los venezolanos, los que sufrimos la odisea del caucho, de la farmacia, del mercado, de la violencia, día tras día, los que poseemos la oportunidad de manifestar nuestro deseo de cambio de manera clara y contundente este mismo año, en apenas pocos meses. 

Hablamos, por supuesto, de las elecciones a la Asamblea Nacional.  Allí tendremos todos los ciudadanos un escenario para decir “ya basta” a un régimen de abuso y corruptela que no supo, en dieciséis años, conducir el país.  En las elecciones parlamentarias, la participación activa de cada venezolano humillado, injuriado, angustiado, será clave para enderezar el rumbo.  Con el voto, cada venezolano que aguanta hoy la respiración en la más extrema de las vulnerabilidades podrá exhalar profundo, con la satisfacción de sumar a la causa de que esto cambie y castigar a la oligarquía malandra que mientras saquea los recursos del pueblo ha dejado a Venezuela en cuatro bloques.

@danielfermin

sábado, 7 de marzo de 2015

#CambioIndetenible EL VALLE



Conversando con los vecinos en el callejón Villa del Cármen de Barrio Nuevo, calle 1 de EL VALLE, tierra de Nicolás donde no lo quiere nadie, golpeada por la desidia, la violencia y el caos... Estamos construyendo el #‎Cambio de abajo hacia arriba, con mucha organización, amplitud y trabajo. Juntos vamos a salir de esta #‎CambioIndetenible

jueves, 26 de febrero de 2015

Polítika de calle #04: Orden de captura (Publicado en PolítiKa UCAB)

Orden de Captura Bozzone jpg

La semana pasada, Gustavo Moreno reflexionaba en el editorial de PolítiKa UCAB sobre “El talento preso”.  A propósito del primer año de la prisión arbitraria de Leopoldo López, el profesor Moreno nos advertía sobre una cárcel que va más allá de la que sufren López, Ceballos y nuestros estudiantes.  Es la prisión de todo un país, dentro y fuera de los calabozos, sometido por la delincuencia y el caos mientras aguarda la reconstrucción de la esperanza. Desde su tribuna, el editorial cierra con un llamado institucional a la libertad de los presos políticos y de la sociedad captiva del miedo y de la barbarie.
La publicación es de fecha 19 de febrero de 2015. Ese mismo día, más de un centenar de hombres fuertemente armados irrumpían en la oficina que comparten el diputado Richard Blanco y el Alcalde Metropolitano de Caracas, Antonio Ledezma, en una operación comando que culminaría con la detención de este último.
El atropello por delante, no hubo orden de allanamiento. Tampoco se identificaron los funcionarios policiales, algunos de ellos portando pasamontañas.  Fue patente el uso desproporcionado de la fuerza pública para apresar a un civil desarmado que, aun así, fue golpeado en el trajín.  Estallaron la puerta con una mandarria y sometieron a los presentes. A las afueras del edificio, la policía efectuó disparos al aire. Toda una parafernalia de la persecución, el músculo del Estado policial luciéndose frente a la indefensión de la gente de a pie y los trabajadores del edificio, que fueron desalojados para abrirle paso a un brutal acto de abuso de poder.
Ya el terreno estaba abonado. Un linchamiento moral del alcalde en los medios oficiales se encargó de ir ablandando a la opinión pública de antemano.  Peculado de uso. Difamación. Sometimiento al escarnio público. Distintos nombres para una misma acción ilegal. La defensa del alcalde introduce también otro: contaminación ideológica de las pruebas. La idea del Ledezma golpista, “vampiro”, conspirador, desestabilizador, difundida ad nauseam a través de la hegemonía mediática y comunicacional del Estado-gobierno-partido. Luego el zarpazo. A Ledezma se le acusa de conspiración, cuando el documento referido como “evidencia” en ninguna parte habla de pretender cambiar la forma republicana de gobierno ni de subvertir el orden democrático.
Más de siete horas estuvo incomunicado Antonio Ledezma.  Esa misma noche de su arresto, un grupo numeroso de caraqueños se congregó a las afueras del Servicio Bolivariano de Inteligencia (SEBIN) en Plaza Venezuela, para exigir información sobre el paradero del alcalde. En los sótanos del edificio se ha conocido recientemente sobre la existencia de “La Tumba”, espacios de retención diseñados para la tortura psicológica y física en pleno centro de la ciudad, en pleno Siglo XXI y en plena “democracia participativa”.
Fue hacia la madrugada que, finalmente, se supo que Ledezma no estaba allí sino que lo habían recluido en El Helicoide, conocido monumento revolucionario a la represión y la persecución política.
Las reacciones nacionales e internacionales no se hicieron esperar. La oposición cerró filas, haciendo gala de una Unidad que tantas veces sólo queda en el nombre.  A la consternación interna se sumó la preocupación profunda de la comunidad internacional.  Desde la OEA hasta la Internacional Socialista, pasando por Unasur, recorrieron el mundo las condenas, los llamados y, cuando poco, la preocupación.
También hubo esa otra reacción, la de los (pocos, hay que decirlo) partidarios de un Maduro encadenado que, eufóricos, celebraban el anuncio de la caída del “vampiro golpista” y coreaban, visiblemente emocionados, consignas invitando a otros personajes de la vida política y empresarial a la cárcel de Tocorón.  Preocupante, triste, alarmante.
La mañana siguiente reinaba la indignación. También la incertidumbre.  Las fuerzas democráticas convocaron a una manifestación en la Plaza Brión de Chacaíto que, luego de varias modificaciones, terminó siendo una rueda de prensa del diputado Richard Blanco, copartidario de Ledezma, en la que se dejó ver el espíritu de cuerpo de los partidos de la MUD y la firmeza de una oposición decidida a enfrentar el abuso y a no flaquear en la lucha por el rescate de la democracia.
En la Brión, entre pancartas caseras y muestras de apoyo de líderes políticos, partidos, periodistas, trabajadores de la Alcaldía y gente de a pie, conversamos con Carlos Blanco. Es un líder político de toda la vida en Caracas.  Ha sido concejal del municipio Libertador y concejal metropolitano. Hoy es miembro de la Dirección Nacional de Alianza Bravo Pueblo, el partido que fundó y preside Antonio Ledezma.
Carlos se muestra, como siempre, atento, cordial, decidido. Su talante no deja de lado la preocupación por la situación del Alcalde Metropolitano. Ledezma está preso por denunciar el fracaso del régimen. Considera que hay una anomia producto de la inoperancia del gobierno. Sobre las denuncias de conspiración, dice que hay un golpe inventado, producto de la imaginación del mismo presidente que “inventa una guerra económica y la pierde”. Para Carlos Blanco, pese a la represión, a la persecución, a las provocaciones y al atropello, el camino es claro: insistir en la vía democrática y electoral. El pueblo se cobrará todas las humillaciones y penurias producto del mal gobierno propinándole una derrota contundente al oficialismo en las próximas elecciones a la Asamblea Nacional.
Gabriel Domínguez es activista político y social. Chacho, como muchos lo conocen, es militante de Voluntad Popular y ha sido dirigente estudiantil en la UCV.  Hoy coordina el movimiento Impacientes de Venezuela, dedicado a las reivindicaciones en el sector salud, que ha sido tan golpeado por la crisis. Ronda los 30 años y es de opiniones fuertes. Que Ledezma esté preso forma parte de la misma película y fantasía a la que nos tiene acostumbrado el gobierno, nos dice.  En corto, está preso “porque les da la gana”. Los golpes de Estado los dan los militares, no los civiles, así que las acusaciones son puro cuento. Llama a replantear los escenarios, le preocupa que “nos cambiaron las reglas de juego” y la oposición debe, también, cambiar la estrategia.
No podía faltar en esta manifestación la presencia de Rafael Araujo, “el hombre del papagayo”.  Es de pocas palabras, sus cometas hablan por él.  Aun así, nos dice que la detención de Ledezma es una arbitrariedad y que a la oposición lo que le queda es ganar las elecciones.  Su papagayo de hoy está inspirado en “la metida de pata” del gobierno y reza, en tres líneas: “Dictador.  Acorralado. Cobarde”.
La vida ha llevado a Yajaira Castro de Forero al activismo político y la defensa de los Derechos Humanos. Vivió en carne propia el calvario de la prisión política cuando su esposo, el comisario Lázaro Forero, fue encarcelado a propósito de los sucesos del 11 de abril de 2002. Nos recuerda que el atropello no es nuevo y que  hubo más de 300 presos políticos durante la presidencia de Hugo Chávez. Por el 11 de abril quedan cinco policías presos aunque deberían recibir medidas sustitutivas de libertad.  Los comisarios que hoy tienen casa por cárcel recibieron medidas humanitarias, con la cruel condición de que, una vez que mejoren, deben volver a prisión.
Lo ocurrido con Ledezma es sumamente grave. Es el alcalde elegido por los caraqueños. En ese sentido, nos dice Yajaira, la afrenta no es contra una persona sino contra cientos de miles que votaron por él. Lo de Ledezma fue un secuestro, no una detención. Al ver la estrepitosa caída de su popularidad y de la credibilidad de su gobierno, Nicolás Maduro arremete contra los líderes democráticos.
Yajaira coincide con Gabriel: los únicos que dan golpes son los militares y los militares están con el gobierno.  El único golpe que hay es el que el gobierno le da todos los días al pueblo con su pésima gestión. Coincide también con Carlos Blanco: lo de la guerra económica ya no se lo cree nadie.
Yajaira es enfática en cuanto al rumbo de acción necesario. Debemos ser solidarios y la oposición debe ir a protestas pacíficas pero contundentes para que se sienta que hay un pueblo que está molesto, que no se puede seguir aguantando la situación actual. Hay, además, una oportunidad, en la forma de las elecciones de diputados a la Asamblea Nacional, para darle un parao al gobierno y establecer un muro de contención contra las violaciones a los derechos humanos.
La persecución ha sido una constante. Resultan acertados los diagnósticos de Yajaira de Forero y Carlos Blanco: ante un gobierno que perdió la calle, que perdió al pueblo, arrecia la represión. También es acertado el de Gabriel: el juego cambió, y la escalada represiva del gobierno ocurre, más allá de los expedientes montados para cada caso, “porque les da la gana”.
¿Hacia dónde apunta esto en pleno año electoral? Preocupan declaraciones del presidente que asoman la ilegalización de la oposición política. No estaba fría la noticia de Ledezma cuando grupos irregulares, primero, y fuerzas policiales, después, tomaban una sede del partido COPEI en Caracas. En el portal Aporrea se promueve abiertamente la suspensión de las elecciones a causa de una “etapa dulce” de un supuesto golpe. Los diputados oficialistas introducen demandas para allanar la inmunidad parlamentaria del diputado Julio Borges, acusándolo también de golpista, tal vez para la gente crea que, aun ganando, desde la Asamblea tampoco se puede lograr nada.
Al momento de escribir estas líneas el país llora la muerte de un niño de 14 años a manos de la policía en una manifestación. Hace nada advertíamos de los peligros de la Resolución 8610 del Ministerio de la Defensa, que promueve el uso de la fuerza mortal en las protestas. Por otra parte, además, el país se entera de la destitución absolutamente arbitraria de la alcaldesa de Guasdualito en el estado Apure. De nuevo el miedo, la desesperanza, jugar a que la gente que sufre las penurias del día a día piense que, ni modo, no hay nada qué hacer.
El gobierno sabe que no puede ganar las elecciones.  Los estudios de opinión ubican la popularidad de Maduro alrededor del 20%.  Por esto persiguen, tensan la cuerda, se lanzan al abismo de la barbarie.  Que intenten suspender las elecciones, y con ellas el juego democrático, no es de extrañar.  Lo que ya no pueden lograr por la vía popular, intentarán ahora acometerlo por la vía del miedo, de la inhibición, de la desesperanza y de la militarada.
Un gobierno en una coyuntura como la actual tendría, al menos, dos opciones: abrirse para negociar la salida a la crisis y su permanencia en el escenario político o cerrarse del todo para intentar mantenerse en el poder. El chavismo, históricamente impermeable al reclamo y a la crítica, apuesta hoy por la segunda.  Su prioridad, lejos de intentar resolver la profunda debacle política, económica y social que atraviesa el país, es aferrarse al poder y a los privilegios que de este se desprenden.  Han pasado el punto de no retorno.
La necesidad del cambio está instalada como idea. Es el mayor anhelo de los venezolanos. No hay cárcel pa’ tanta gente, podríamos decir ante los millones de ciudadanos que hoy desean un país distinto e infinitamente mejor al que ofrece el gobierno de turno.
¿Qué nos queda a los venezolanos? Insistir en la consolidación de una Unidad Nacional que vaya más allá de la unidad de partidos de oposición, para dar organicidad al descontento, ese que identifica a 80% de la población.  Nos queda la protesta, para demostrar que el miedo no nos guardará en las casas.  Y, por supuesto, nos queda el poder del voto. A este debemos cuidarlo y potenciarlo como herramienta para el cambio y remedio contra la desesperanza.
Insistirán en que la gente piense que no hay nada que hacer.  ¡Pero sí lo hay!  Con la unidad amplia y la organización del descontento, con la protesta y el voto el pueblo puede recordarle a un gobierno que se lanzó por el camino del terror quién es el soberano. Esa es la ruta: tortuosa, llena de obstáculos y barreras, pero con un final que bien valdrá la pena: la salida de la crisis, la recuperación de las libertades democráticas, la reconstrucción de la institucionalidad, el saneamiento de lo público y la restitución de la esperanza, de la creencia que un futuro mejor es posible en esta tierra de gracia.  Mientras tanto, para todo el que piense distinto y se atreva a disentir en Venezuela hay orden de captura… o peor.
@danielfermin