Hace un año el gobierno anunció la muerte del presidente Hugo Chávez. Veintiún años atrás, Chávez había entrado en escena con un sangriento golpe de Estado que, pese a haber fracasado militarmente, encontró suficiente eco en varios sectores de la vida nacional como para convertir su figura en la de líder vengador, en la mano dura, por supuesto militar, que "necesitaba" Venezuela. Luego de sobreseída su causa por el gobierno del presidente Caldera, Chávez aglutinó un movimiento político que lo llevaría a la Presidencia sobre el corcel de la antipolítica y del viejo mito militarista.
Una vez en el gobierno, Chávez adelantó una "revolución" que se caracterizaría, entre otras cosas, por contar con poder político casi absoluto y con un poder económico inédito, producto de los exorbitantes precios del petróleo. Chávez se hizo el centro del acontecer venezolano: a su antojo, irrumpía con cadenas; modificó los símbolos patrios, el nombre del país, de sus instituciones y hasta el huso horario. La idea era clara: Chávez era el comienzo, antes de él, la nada. De esta manera introducía dos rasgos fundamentales que conservaría por siempre su gobierno: la falsificación de la historia y la pretensión homogeneizadora de un proyecto de control y dominación social.
Así, se instauró en Venezuela un grotesco culto a la personalidad cuyas principales víctimas fueron la institucionalidad, la independencia de poderes y los valores democráticos. En la medida en que se consolidaba el chavismo, se desintegraba el proyecto republicano y se erosionaba la idea misma de nación. El militarismo rancio nos hizo retroceder al siglo XIX.
Un gigantesco aparato propagandístico mantuvo la figura de Chávez, el caudillo, el "comandante", como eje central mientras se agudizaban los problemas de los venezolanos. Catorce años de Chávez nos dejaron una economía destruida, con miles de empresas cerradas, el derrumbe de la producción nacional, escasez, desabastecimiento y la inflación más alta del mundo, producto del capricho oficial por instalar un modelo fracasado y vetusto. La promoción del odio y la división produjo un país polarizado y enfrentado, sometido al chantaje despreciable de un apartheid político. El entreguismo a intereses extranjeros puso en jaque la soberanía nacional. El fracaso social nos dejó más de 200 mil muertes violentas en el período chavista. Los hospitales no funcionan, las misiones quedaron en evidencia como anzuelos electoreros que rápidamente quedaban en el abandono a días de la elección de turno. Todo esto y más, producto de una concepción del poder hecha para mandar, más no para gobernar.
Hoy, los que solo conocieron su gobierno recogen esto que Chávez nos dejó. Son ellos, principales víctimas de la violencia, del desempleo, el empleo informal y precario, de la falta de oportunidades, del estancamiento de la movilidad social, del déficit de viviendas, del modelo económico fracasado, los que protestan en las calles. Los que solo conocieron a Chávez rechazan hoy a sus herederos. Están cansados del dogma vacío, de la promoción de las divisiones. Quieren progreso, libertad y justicia. Saben que hay un camino mejor, en el que cabemos todos. Son ellos y somos todos nosotros los que debemos impulsar el gran movimiento social para sacar a Venezuela de esto que Chávez nos dejó, para encaminarla definitivamente hacia el desarrollo de sus infinitas potencialidades y reafirmar, "por ahora y para siempre", que solo unidos avanzaremos.
@danielfermin
Una vez en el gobierno, Chávez adelantó una "revolución" que se caracterizaría, entre otras cosas, por contar con poder político casi absoluto y con un poder económico inédito, producto de los exorbitantes precios del petróleo. Chávez se hizo el centro del acontecer venezolano: a su antojo, irrumpía con cadenas; modificó los símbolos patrios, el nombre del país, de sus instituciones y hasta el huso horario. La idea era clara: Chávez era el comienzo, antes de él, la nada. De esta manera introducía dos rasgos fundamentales que conservaría por siempre su gobierno: la falsificación de la historia y la pretensión homogeneizadora de un proyecto de control y dominación social.
Así, se instauró en Venezuela un grotesco culto a la personalidad cuyas principales víctimas fueron la institucionalidad, la independencia de poderes y los valores democráticos. En la medida en que se consolidaba el chavismo, se desintegraba el proyecto republicano y se erosionaba la idea misma de nación. El militarismo rancio nos hizo retroceder al siglo XIX.
Un gigantesco aparato propagandístico mantuvo la figura de Chávez, el caudillo, el "comandante", como eje central mientras se agudizaban los problemas de los venezolanos. Catorce años de Chávez nos dejaron una economía destruida, con miles de empresas cerradas, el derrumbe de la producción nacional, escasez, desabastecimiento y la inflación más alta del mundo, producto del capricho oficial por instalar un modelo fracasado y vetusto. La promoción del odio y la división produjo un país polarizado y enfrentado, sometido al chantaje despreciable de un apartheid político. El entreguismo a intereses extranjeros puso en jaque la soberanía nacional. El fracaso social nos dejó más de 200 mil muertes violentas en el período chavista. Los hospitales no funcionan, las misiones quedaron en evidencia como anzuelos electoreros que rápidamente quedaban en el abandono a días de la elección de turno. Todo esto y más, producto de una concepción del poder hecha para mandar, más no para gobernar.
Hoy, los que solo conocieron su gobierno recogen esto que Chávez nos dejó. Son ellos, principales víctimas de la violencia, del desempleo, el empleo informal y precario, de la falta de oportunidades, del estancamiento de la movilidad social, del déficit de viviendas, del modelo económico fracasado, los que protestan en las calles. Los que solo conocieron a Chávez rechazan hoy a sus herederos. Están cansados del dogma vacío, de la promoción de las divisiones. Quieren progreso, libertad y justicia. Saben que hay un camino mejor, en el que cabemos todos. Son ellos y somos todos nosotros los que debemos impulsar el gran movimiento social para sacar a Venezuela de esto que Chávez nos dejó, para encaminarla definitivamente hacia el desarrollo de sus infinitas potencialidades y reafirmar, "por ahora y para siempre", que solo unidos avanzaremos.
@danielfermin
Tristemente esa fue la herencia que nos dejó! Saludos
ResponderEliminar