domingo, 30 de marzo de 2014

Moisés Naim: Muchas protestas, pocos cambios

De lo mejor que he leído últimamente... Comparto aquí este artículo de Moisés Naim, publicado originalmente en El País de España.

Las protestas callejeras se han puesto de moda. De Bangkok a Caracas y de Madrid a Moscú, no pasa una semana sin que en alguna gran urbe del planeta una muchedumbre tome las calles para criticar al gobierno o para denunciar problemas más amplios, como la desigualdad o la corrupción. Con frecuencia las fotos aéreas de estas marchas impresionan por el intimidante mar de gente que exige cambios. Pero lo más sorprendente es que pocas veces logran su objetivo. Hay una gran desproporción entre la formidable energía política que vemos en las manifestaciones y sus pocos resultados prácticos.
Ciertamente, en Egipto, Túnez o Ucrania las protestas callejeras tuvieron un impacto enorme: derrocaron al Gobierno. Pero son las excepciones. Lo normal es que las grandes marchas no lleguen a nada. Quizás el mejor ejemplo es Ocupa Wall Street. A principios del verano de 2011, este movimiento llegó a estar en las principales calles y plazas de 2.600 ciudades del mundo. En todas , la organización era increíblemente parecida: los participantes no pertenecían a ningún grupo formal, no tenían una estructura jerárquica, ni líderes obvios. Sus formas de acampar, protestar, financiarse y actuar seguían un mismo patrón que se esparcía viralmente por las redes sociales. Y, en todas partes, el mensaje era el mismo: es inaceptable que una élite concentre el 1% de la riqueza mientras que el restante 99% sobrevive a duras penas.
Una iniciativa tan global, multitudinaria y bien organizada debería haber tenido mayor impacto. Pero no fue así. Si bien el tema de la desigualdad económica se debate ahora más que antes, en la práctica no se ha avanzado mucho para combatir el problema. Y el movimiento Ocupa ha desaparecido de los titulares. De hecho, lo común es que las protestas generen solo reacciones retóricas de los gobiernos, pero no mayores cambios políticos. Dilma Rousseff, por ejemplo, reconoció como válidos los motivos de quienes tomaron las calles en Brasil y prometió que se pondría al frente de las reformas necesarias (que aún no se han dado). El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, reaccionó agresivamente a las protestas en su país. A cusó a los manifestantes de formar parte de una muy sofisticada conspiración en su contra y, aparte de intentar bloquear Twitter y YouTube, no son muchos los cambios que el Gobierno ha hecho para responder a las demandas ciudadanas. Algo parecido ha pasado con las marchas contra la violencia en la ciudad de México o contra la corrupción en Nueva Delhi.
¿Por qué? ¿A qué se debe que tanta gente, tan motivada, logre tan poco? Un experimento que llevó a cabo en 2009 el profesor Anders Colding-Jørgensen, de la Universidad de Copenhague, nos da una buena pista. El profesor creó un grupo en Facebook para protestar contra la demolición de la Pp laza de la Cigüeña, en la capital danesa. En solo una semana, 10.000 personas lo apoyaron y, a las dos semanas, el grupo ya tenía 27.000 miembros. Y ese era el experimento: no había ningún plan para demoler la plaza y el profesor solo quería demostrar lo fácil que era crear un movimiento numeroso usando las redes sociales.
En el mundo de hoy, una convocatoria por Twitter, Facebook o mensajes de texto para protestar contra un abuso o algo que nos indigna atraerá seguramente una muchedumbre. El problema es lo que pasa después de la marcha. A veces termina en confrontaciones violentas con la policía y otras veces no. Pero en todo caso, lo más frecuente es que no exista una organización con la capacidad de dar seguimiento a las exigencias y llevar adelante el complejo, muy personal y más aburrido trabajo político, que es el que produce cambios en las decisiones gubernamentales. Sobre esto, el profesor Zeynep Tufekci ha escrito que “antes de Internet, el tedioso trabajo organizativo necesario para evadir la censura u organizar una protesta también ayudaba a crear la infraestructura que servía de apoyo a la toma de decisiones y a las estrategias para sostener los esfuerzos. Ahora, los movimientos pueden saltar esas etapas, lo cual con frecuencia los debilita” .Hay un poderoso motor político prendido en las calles de muchas ciudades . Gira a altas revoluciones y genera mucha energía. Pero ese motor no está conectado con las ruedas y por eso no hay movimiento. Para conectarlo hace falta más contacto humano directo y más organizaciones capaces de hacer trabajo político a la antigua . Es decir, cara a cara. Todos los días.
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Publicado originalmente en El Pais (España)

miércoles, 26 de marzo de 2014

De Constitución a bicha (Publicado en El Universal)

Al principio sonaba bonito.  La llamaban “la mejor del mundo” y decían que era necesaria y suficiente para cambiar el rumbo de una nación.  Le asignaron la tarea de refundar la República y asegurarnos vida, trabajo, cultura, educación, justicia social e igualdad.  Esto, qué bonito sonaba, “sin discriminación ni subordinación alguna”.  Ella nos habló, ensalzada, del “Estado democrático y social de Derecho y de Justicia”, con “preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político”.  Dibujó un “Estado Federal descentralizado” en el que “la soberanía reside intransferiblemente en el pueblo”.  Prometían democracia, participación, elección, descentralización, alternabilidad, responsabilidad, pluralismo.

Sabíamos que algo iba mal cuando comenzaron a llamarla “bicha”.  Por supuesto, era por cariño, decían.  La verdad es que, rápidamente, se hizo incómoda para un proyecto que jamás se pensó sometido a un esquema legal.  Lo suyo combinaba lo tradicional del militarismo con lo carismático del nuevo héroe, aquel que nos la había presentado como carta de navegación compartida.  Entonces comenzaron a tratarla como bicha.

Se llama Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.  En 1999 fue aprobada por la mayoría de los que fueron a votar y recibida con entusiasmo por académicos por sus “avances”.  Desde el comienzo fue pisoteada por el poder.  Para la que se hizo llamar inicialmente revolución “bolivariana”, ahora “socialista”, la Constitución sólo es un formalismo hecho bajo la premisa ampliamente entendida en estos lares de que el papel lo aguanta todo.

“Dentro de la Constitución, todo.  Fuera de ella, nada”.  Recordamos esa frase de manera particular, porque lo hacemos siempre en el tono y voz del que la repetía ad nauseam mientras la violaba.  En ello, se hacía patente lo cínico como rasgo característico del chavismo.  “Estado Federal Descentralizado” se traducía en proceso de recentralización y secuestro de competencias locales.  “Pluralismo político” y “sin discriminación ni subordinación” se encontraban, en la práctica, con un apartheid político sin precedentes.  “La soberanía reside en el pueblo” quiere decir, como bien sabe el alcalde Scarano, que las togas rojas valen más que la voluntad popular.  “Derechos humanos”, que lo digan los estudiantes, equivale a represión abierta.

El régimen gobierna al margen de la misma Carta Magna que promovió.  Cuando el mandamás, el de antes y el suplente, se ha topado con alguna traba constitucional la salta olímpicamente o cambia lo que le estorba.  En la V República, que de republicana no tiene nada, la Constitución es ornamental.


Lo que sigue no es un chorrero de números sin sentido ni algún código extraño. Es, a modo de conclusión, una larga lista de algunos de los artículos que son sistemáticamente violados, ignorados y transgredidos por un gobierno que concibe la ley con total discrecionalidad, para manipularla y aplicarla siempre al “enemigo”, nunca a todos por igual.  Cualquiera con una edición de bolsillo, tan popular, de la bicha puede corroborarlo: 13; 16; 19; 21; 25; 26; 27; 29; 30; 31; 43; 46; 47; 48; 49; 52; 53; 55; 57; 58; 61; 63; 68; 82; 83; 84; 96; 97; 98; 103; 104; 112; 115; 116; 122; 138; 141; 143; 145; 150; 158; 164; 165; 167; 178; 179; 184; 185; 197; 199; 200; 201; 203; 232; 233; 254; 255; 256; 257; 261; 263; 264; 267; 268; 272; 273; 274; 281; 289; 291; 300; 305; 306; 308; 310; 311; 312; 313; 314; 320; 321; 324; 326; 327; 328; 330; 331; 333; 334; 345; 350.

@danielfermin

sábado, 22 de marzo de 2014

Mensaje para algunos intelectuales que, desde afuera, alaban el proyecto chavista...

Un fragmento de El Hombre que Amaba a los Perros, de Leonardo Padura, en el que Trotski reflexiona sobre los intelectuales que, cómodos y desde afuera, adulaban a Stalin y su proyecto. Apropiado para cierta intelectualidad europea y norteamericana que hoy alaba el proyecto chavista


miércoles, 19 de marzo de 2014

El Cuartel de Maduro (Publicado en El Universal)

Esta semana varios sectores de Caracas amanecieron militarizados.  Soldados, la mayoría muy jóvenes, colmaron esquinas y aceras portando cascos y chalecos antibalas.  Altaneros, detenían peatones para revisar sus pertenencias.  “¡Cédula!”, demandaba uno a un anciano que salía del metro. Una decadente humillación que trascendía el instante para, más allá, escenificar la tragedia de un país sometido nuevamente a la bota y la cachucha.

La militarización de las calles no es sino el desbordamiento de la militarización de la sociedad.  El chavismo, a veces comunista, a veces cristiano, otras socialista pero sobre todo y siempre militarista, lleva quince años dándole la vuelta a este gigantesco barco llamado Venezuela para llevarlo de nuevo al puerto de donde, para ellos, nunca debió salir: el de la tutela militar.  Después de todo, fueron más de 160 años de indiscutible mandato de camarillas.  Para ellos, la República Civil fue apenas un paréntesis, un breve secuestro de la nave por parte de unos igualados que osaron profanar el sagrado monopolio de los uniformados.  El problema, ahora ven, es que en esas décadas el pueblo no sólo probó el sabor dulce de la libertad, sino que protagonizó, como nunca en los gobiernillos de charreteras, la construcción de una patria de progreso, movilidad social, bienestar y participación.  Esa estadía corta en las costas de la democracia bastó para que, de vuelta al mando de la mano del mito y de las agendas de unos cuantos náufragos, se le haya hecho difícil a la militarada la vuelta al pasado.

El gobierno militar, y es militar uno que tiene como gobernadores, alcaldes, ministros, embajadores, funcionarios de todo rango y burócratas a miembros de la logia camuflada, ha arruinado a Venezuela.  Primero por su absoluta incapacidad al frente de la cosa pública, pero también porque los intereses del pueblo nunca han sido el norte de esas oligarquías. El país de las “mayores reservas del planeta” compra gasolina al maléfico imperio del que se declara enemigo y no tiene ni siquiera gas para cocinar.  La escasez, el desabastecimiento, la inflación y un paquetazo rojo que devaluó la vida de los venezolanos, trituran la economía.  El gobierno, acostumbrado a tener en una mano el garrote y en otra la chequera, ha pretendido aplicar la lógica militar a la economía: nombra estados mayores, da órdenes al mercado, intimida a comerciantes, toma por enemigos a los que día a día salen a poner a producir al país.  Nada funciona y la vida es cada vez más cara, las colas más largas y el peso de una vida precaria es mayor.

Este gobierno ha traído profunda vergüenza para nuestra Fuerza Armada.  Humillada, se declara chavista en desfiles, soporta la tutela cubana, se ve obligada a reprimir la protesta pacífica y a actuar como perros de guerra.  La fuerza que otrora defendiera la soberanía de invasores y guerrilleros mira a otro lado porque desde el poder les dicen que ahora los narcos son sus panas.

El gobierno militar no ha podido meter en cintura a una Venezuela que reclama sus derechos.  Crece cada día el descontento, y con él, la protesta.  En los sectores populares son cada día más los que se unen a la construcción de un gran movimiento social por el cambio, pese a las amenazas de la gendarmería y de sus secuaces paramilitares.  Esa articulación del descontento velará también por la reivindicación de la Fuerza Armada como institución republicana al servicio un pueblo que advierte al poder que Venezuela no es el cuartel de Maduro.


@danielfermin

domingo, 16 de marzo de 2014

#AsambleasPopulares

Estamos realizando Asambleas Populares en todo el país para construir el gran movimiento social por el cambio y el progreso... aquí dejo un link al album de MiPJ.net con algunas imágenes de las asambleas que tuvimos en la parroquia San Juan (06 de marzo) y en la parroquia La Vega (15 de marzo)...


Asambleas Populares en San Juan y La Vega

miércoles, 12 de marzo de 2014

La pelota está en su cancha (Publicado en El Universal)

El chavismo fracasó.  Tras quince años en el poder y el manejo de miles de millones de dólares a su antojo el saldo es un país arruinado que hoy vive la peor crisis de la historia reciente. El modelo chavista destruyó la economía, desmanteló la institucionalidad y profundizó los problemas del pueblo.  Ni siquiera el gigantesco aparato propagandístico oficial puede tapar las colas para adquirir productos de primera necesidad, ni el ubicuo "no hay" de las estanterías.  El fracaso se extiende a todos los sectores y es el pueblo el que paga los platos rotos, como bien saben los pacientes de cáncer que no encuentran yodo para sus tratamientos.

La respuesta del gobierno, lejos de la rectificación, ha sido la prepotencia.  Desconociendo a los venezolanos que reclaman, el régimen inventa conspiraciones, golpes "suaves" y apela al insulto y a la ofensa. La respuesta del pueblo ha sido la protesta. No sólo protesta, con sobradas razones, la clase media. Protestan los sectores populares ante la falta de gas doméstico, los médicos por el colapso de la red pública, los estudiantes y los jóvenes por la falta de oportunidades, las comunidades organizadas por las fallas de los servicios públicos, las madres por la violencia que el año pasado enterró a más de 24 mil venezolanos.

En un ataque más de esa esquizofrenia política a la que nos tiene acostumbrados, el gobierno llama a un "diálogo" mientras continúa ofendiendo a medio mundo. No busca, en realidad, resolver la crisis, sino apaciguar la protesta. Lo que quiere es la foto, la pantalla, la sensación de normalidad y de un país que funciona. En esas condiciones, es imposible atender el llamado. Salir de la crisis pasa por reconocer que Venezuela va por mal camino y por atender el reclamo de quienes protestan en las calles. 

Un diálogo sincero debe poner puntos claros sobre la mesa y trabajarlos, uno a uno, para avanzar.  Desde la Alternativa Democrática hemos propuesto diez que consideramos claves en este sentido: la libertad de todos los estudiantes detenidos y de todos los presos políticos; el desarme y desmantelamiento de los grupos paramilitares; el cese de la criminalización de la protesta, la tortura y la represión; el nombramiento de un mediador representativo entre las partes en conflicto; la apertura del sistema de medios públicos a todos los venezolanos y el fin del acoso a los medios privados; la elección de los magistrados del TSJ que tienen el período vencido, así como de los rectores del CNE, y el Contralor, como lo establece la Constitución; la salida de la política y del gobierno cubano de las FANB; detener la regaladera de nuestros recursos a otros países mientras haya necesidades en Venezuela; el impulso de la economía reuniendo a todos los sectores; y la publicación de la lista de empresas fantasmas responsables del robo de veinte mil millones de dólares a través de Cadivi, caiga quien caiga.

El gobierno nos metió en esta crisis de la mano de un modelo fracasado y malaconsejado por la soberbia. Si en realidad tiene la intención de superar la crisis debe abrir un diálogo sincero con la sociedad toda, orientado a soluciones. No es monólogo, no es show. Colocamos nuestra agenda sobre la mesa, ahora la pelota está en su cancha.

@danielfermin

miércoles, 5 de marzo de 2014

Esto que Chávez nos dejó (Publicado en El Universal)

Hace un año el gobierno anunció la muerte del presidente Hugo Chávez. Veintiún años atrás, Chávez había entrado en escena con un sangriento golpe de Estado que, pese a haber fracasado militarmente, encontró suficiente eco en varios sectores de la vida nacional como para convertir su figura en la de líder vengador, en la mano dura, por supuesto militar, que "necesitaba" Venezuela.  Luego de sobreseída su causa por el gobierno del presidente Caldera, Chávez aglutinó un movimiento político que lo llevaría a la Presidencia sobre el corcel de la antipolítica y del viejo mito militarista.

Una vez en el gobierno, Chávez adelantó una "revolución" que se caracterizaría, entre otras cosas, por contar con poder político casi absoluto y con un poder económico inédito, producto de los exorbitantes precios del petróleo.  Chávez se hizo el centro del acontecer venezolano: a su antojo, irrumpía con cadenas; modificó los símbolos patrios, el nombre del país, de sus instituciones y hasta el huso horario.  La idea era clara: Chávez era el comienzo, antes de él, la nada.  De esta manera introducía dos rasgos fundamentales que conservaría por siempre su gobierno: la falsificación de la historia y la pretensión homogeneizadora de un proyecto de control y dominación social.

Así, se instauró en Venezuela un grotesco culto a la personalidad cuyas principales víctimas fueron la institucionalidad, la independencia de poderes y los valores democráticos.  En la medida en que se consolidaba el chavismo, se desintegraba el proyecto republicano y se erosionaba la idea misma de nación.  El militarismo rancio nos hizo retroceder al siglo XIX.

Un gigantesco aparato propagandístico mantuvo la figura de Chávez, el caudillo, el "comandante", como eje central mientras se agudizaban los problemas de los venezolanos.  Catorce años de Chávez nos dejaron una economía destruida, con miles de empresas cerradas, el derrumbe de la producción nacional, escasez, desabastecimiento y la inflación más alta del mundo, producto del capricho oficial por instalar un modelo fracasado y vetusto.  La promoción del odio y la división produjo un país polarizado y enfrentado, sometido al chantaje despreciable de un apartheid político.  El entreguismo a intereses extranjeros puso en jaque la soberanía nacional.  El fracaso social nos dejó más de 200 mil muertes violentas en el período chavista. Los hospitales no funcionan, las misiones quedaron en evidencia como anzuelos electoreros que rápidamente quedaban en el abandono a días de la elección de turno.  Todo esto y más, producto de una concepción del poder hecha para mandar, más no para gobernar.

Hoy, los que solo conocieron su gobierno recogen esto que Chávez nos dejó.  Son ellos, principales víctimas de la violencia, del desempleo, el empleo informal y precario, de la falta de oportunidades, del estancamiento de la movilidad social, del déficit de viviendas, del modelo económico fracasado, los que protestan en las calles.  Los que solo conocieron a Chávez rechazan hoy a sus herederos. Están cansados del dogma vacío, de la promoción de las divisiones.  Quieren progreso, libertad y justicia.  Saben que hay un camino mejor, en el que cabemos todos.  Son ellos y somos todos nosotros los que debemos impulsar el gran movimiento social para sacar a Venezuela de esto que Chávez nos dejó, para encaminarla definitivamente hacia el desarrollo de sus infinitas potencialidades y reafirmar, "por ahora y para siempre", que solo unidos avanzaremos.

@danielfermin