Sociólogo, Político, investigador, profesor universitario y articulista venezolano. Pensando la realidad desde la Ciudad de Plástico, capital del País Portátil.
domingo, 29 de noviembre de 2015
Censura, autocensura y vergüenza (Publicado en RunRunes)
L
a censura no tiene lugar en democracia. Es un acto aborrecible, denigrante, que sale de las entrañas de la prepotencia del poder. También de sus temores, el temor a la verdad, a la diversidad, el temor a quedar en evidencia. La censura busca aplastar, negar los hechos y, más allá, la mera duda sobre los hechos. De los censurados busca el desánimo, la derrota, el sentimiento de insignificancia.
Peor que la censura es la autocensura. Por temor al censor, al poderoso, se agacha la cabeza, en un acto que es a la vez indignante y profundamente vergonzoso. Cree el que se autocensura estar a salvo, cuando en realidad sienta el peor de los precedentes, uno que otorga al censor todo el poder para manipular a su voluntad a su víctima, a la que sabe ahora dominada y vencida.
En Venezuela hemos conocido de sobra ambos fenómenos. Hoy los medios no existen. No en su condición natural. Si hay un temblor, no lo reportan hasta que el gobierno no lo haga, no vaya a ser que los multen. Se acabó la cobertura en vivo, de lo que sea. Los casos más sonados ruedan ampliamente por la mensajería celular, días antes de que algún medio se atreva a reportar una noticia ya vieja, que no es novedad para nadie, en su versión más diluida.
Así, la sombra ominosa del silencio lo cubre todo. Hablar con cuidado, escribir con cautela. No te metas en eso, deja eso así. El abuso hace de las suyas, arremete ante la estrategia de la pasividad, ante la contradicción fulminante según la cual lo que hay que hacer es no hacer nada. Pasar agachado es la máxima para medios, empresas, universidades y particulares que se suman a la lista de víctimas del insaciable censor.
Pero el silencio no logra nada, sólo alimenta el gran tumor del miedo y la metástasis del atropello. Y, así, lo contagia todo… En esto no hay honor ni prudencia. Sólo miedo. Lo que ignora la víctima, o se hace el que lo ignora, es que su postura acomodaticia nada logra. Todo lo contrario, su silencio lo hunde más en el abismo, su inacción es un profundo golpe contra la esperanza.
Nuestro pueblo indómito, el del cuero seco, el parejero, el del derecho a pataleo, hoy ve cómo sus referentes éticos y morales abordan resignados el tren hacia el silencio, con la vana esperanza de que en el trayecto pare por gracia o cambio del conductor. Nada lograrán, sino perpetuar la afonía por atrofia, matar la pluma por la artritis al principio impuesta y luego autoimpuesta.
El silencio nunca servirá para nada. Ante la censura, como acto injusto e impúdico, alzar la voz. Ante la autocensura, vergonzosa e indignante ¡alzar la voz! Alzar la voz por la dignidad, por lo bueno y justo. Alzar la voz por Venezuela. Basta de silencio.
jueves, 28 de mayo de 2015
lunes, 11 de mayo de 2015
“Vamos a reír para no llorar” (Entrevista en el Diario de Los Andes)
Desde la sociología: la gente no es feliz haciendo colas
“Vamos a reír para no llorar”
A no confundir el profundo descontento que está viviendo la sociedad venezolana con un supuesto ‘bochinche’, y ver el humor como una de las tantas maneras para expresar el desacuerdo con el actual Gobierno, llamó el sociólogo Daniel Fermín Rosalinda Hernández C./ @roshernandez.-
Se ha escuchado decir que los venezolanos de todo sacan un chiste, citando a Francisco de Miranda con su célebre frase: «¡Bochinche, bochinche! Esta gente no es capaz de hacer sino bochinche», se podría deducir que esta práctica no es nueva, y que el venezolano siempre está dispuesto a la chanza y el buen humor como parte de su acervo cultural e identidad, poseen una manera de ser particular y caribeña.
Para el sociólogo Daniel Fermín no es cierto que el venezolano sea solo “bochinche”, sería grave asumirlo como una verdad.
Hay quienes dicen que la gente es feliz en las colas para hacer compras y eso no es verdad, explicó. “Los ciudadanos hacen las colas que les toca hacer, esto no quiere decir que lo hagan felices. Lo que sucede es que tienen que hacerlas porque si no las hacen, no compran alimentos, medicamentos, o lo poco que se consigue”.
La actitud asumida por las personas en las colas es igual que en cualquier otro lugar: “Aquí cabe una analogía que puede parecer un poco oscura, pero engloba bien al caso. Cuando uno va a un velorio consigue gente muy triste, con mucho pesar, pero también hay gente con mucho humor y no se trata que sean personas faltas de respeto, sino que tienen una manera de administrar las realidades”.
¿El venezolano evade la crisis con el humor?
-“No creo que se trate de evasión. Lo que hacemos con el humor es una profunda crítica. Pero detrás del humor, cuando el venezolano dice, `vamos a reír para no llorar´, hay una visión de lo mal que están las cosas, porque la gente no está echando chistes de Jaimito, la gente habla de lo que está viviendo”.
“Lo veo como una profunda crítica social no expresada en los mecanismos donde se puede o debe expresar. Una crítica, una reflexión y nunca de evasión o tomársela a la ligera”.
“Cuando el presidente Maduro se dirige al país, a los pocos minutos empiezan a publicar en las redes sociales frases o imágenes alusivas al discurso del mandatario en forma jocosa. Esto refleja la manera de alzar la voz de un pueblo que cada vez tiene menos medios y recursos para expresarse”.
“No nos confundamos, de repente donde estamos viendo bochinche lo que hay es un profundo descontento, y el humor es una de tantas maneras para expresarlo, claro, no todos lo dicen al estilo de Laureano Márquez”.
“Algunas personas muestran su descontento quemando cauchos o asistiendo a marchas, y hay quienes muestran su descontento a través del humor”.
¿El venezolano hace de su desgracia un chiste?
-“No es que el venezolano no sea serio, en todas partes encontramos gente muy seria. Estoy convencido que quienes nos gobiernan no son serios y que lo que dicen es tan risible que `nos la ponen de bombita´ para hacer chistes de ellos”.
“Si dicen cosas como que si te bañas en tres minutos no quedas hediondo, como decía Chávez, él no lo hacía a lo mejor, pero lo decía para que las personas se sintieran identificadas con él. Eso no le queda bien a todo el mundo, hay quienes dicen que a Maduro no «le queda bien ser Chávez», que es forzado, esto quiere decir que el presidente no tiene chispa, ni carisma”.
“Lo que sucede con Maduro es que se hace una burla frente a una burla. Es como decir: es tan bufo lo que dices que yo me burlo de ti”.
“Es tan contundente el humor que hasta los líderes políticos están apelando a el para denunciar. Lo hizo Henrique Capriles a través de su cuenta Twitter, al regreso de Maduro de China, le preguntó si había traído leche en polvo al pueblo”.
Perfil Daniel Fermín, Sociólogo, docente e investigador del Centro de Estudios Políticos de la Universidad Católica Andrés Bello -UCAB-. Con experiencia en estrategia de nuevos medios, editor de la revista PolítiKa UCAB, articulista de los diarios El Universal, Run Runes y Tal Cual. - See more at: http://diariodelosandes.com/index.php?r=site/noticiasecundaria&id=10779#titulo
“Vamos a reír para no llorar”
Desde
la sociología: la gente no es feliz haciendo colas - See more at:
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Desde
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A no confundir el profundo descontento que está viviendo la sociedad venezolana con un supuesto ‘bochinche’, y ver el humor como una de las tantas maneras para expresar el desacuerdo con el actual Gobierno, llamó el sociólogo Daniel Fermín Rosalinda Hernández C./ @roshernandez.-
Se ha escuchado decir que los venezolanos de todo sacan un chiste, citando a Francisco de Miranda con su célebre frase: «¡Bochinche, bochinche! Esta gente no es capaz de hacer sino bochinche», se podría deducir que esta práctica no es nueva, y que el venezolano siempre está dispuesto a la chanza y el buen humor como parte de su acervo cultural e identidad, poseen una manera de ser particular y caribeña.
Para el sociólogo Daniel Fermín no es cierto que el venezolano sea solo “bochinche”, sería grave asumirlo como una verdad.
Hay quienes dicen que la gente es feliz en las colas para hacer compras y eso no es verdad, explicó. “Los ciudadanos hacen las colas que les toca hacer, esto no quiere decir que lo hagan felices. Lo que sucede es que tienen que hacerlas porque si no las hacen, no compran alimentos, medicamentos, o lo poco que se consigue”.
La actitud asumida por las personas en las colas es igual que en cualquier otro lugar: “Aquí cabe una analogía que puede parecer un poco oscura, pero engloba bien al caso. Cuando uno va a un velorio consigue gente muy triste, con mucho pesar, pero también hay gente con mucho humor y no se trata que sean personas faltas de respeto, sino que tienen una manera de administrar las realidades”.
¿El venezolano evade la crisis con el humor?
-“No creo que se trate de evasión. Lo que hacemos con el humor es una profunda crítica. Pero detrás del humor, cuando el venezolano dice, `vamos a reír para no llorar´, hay una visión de lo mal que están las cosas, porque la gente no está echando chistes de Jaimito, la gente habla de lo que está viviendo”.
“Lo veo como una profunda crítica social no expresada en los mecanismos donde se puede o debe expresar. Una crítica, una reflexión y nunca de evasión o tomársela a la ligera”.
“Cuando el presidente Maduro se dirige al país, a los pocos minutos empiezan a publicar en las redes sociales frases o imágenes alusivas al discurso del mandatario en forma jocosa. Esto refleja la manera de alzar la voz de un pueblo que cada vez tiene menos medios y recursos para expresarse”.
“No nos confundamos, de repente donde estamos viendo bochinche lo que hay es un profundo descontento, y el humor es una de tantas maneras para expresarlo, claro, no todos lo dicen al estilo de Laureano Márquez”.
“Algunas personas muestran su descontento quemando cauchos o asistiendo a marchas, y hay quienes muestran su descontento a través del humor”.
¿El venezolano hace de su desgracia un chiste?
-“No es que el venezolano no sea serio, en todas partes encontramos gente muy seria. Estoy convencido que quienes nos gobiernan no son serios y que lo que dicen es tan risible que `nos la ponen de bombita´ para hacer chistes de ellos”.
“Si dicen cosas como que si te bañas en tres minutos no quedas hediondo, como decía Chávez, él no lo hacía a lo mejor, pero lo decía para que las personas se sintieran identificadas con él. Eso no le queda bien a todo el mundo, hay quienes dicen que a Maduro no «le queda bien ser Chávez», que es forzado, esto quiere decir que el presidente no tiene chispa, ni carisma”.
“Lo que sucede con Maduro es que se hace una burla frente a una burla. Es como decir: es tan bufo lo que dices que yo me burlo de ti”.
“Es tan contundente el humor que hasta los líderes políticos están apelando a el para denunciar. Lo hizo Henrique Capriles a través de su cuenta Twitter, al regreso de Maduro de China, le preguntó si había traído leche en polvo al pueblo”.
Perfil Daniel Fermín, Sociólogo, docente e investigador del Centro de Estudios Políticos de la Universidad Católica Andrés Bello -UCAB-. Con experiencia en estrategia de nuevos medios, editor de la revista PolítiKa UCAB, articulista de los diarios El Universal, Run Runes y Tal Cual. - See more at: http://diariodelosandes.com/index.php?r=site/noticiasecundaria&id=10779#titulo
miércoles, 29 de abril de 2015
martes, 21 de abril de 2015
domingo, 19 de abril de 2015
Seguimos luchando por el cambio
No nos van a amedrentar. Seguiremos aquí, en el corazón de las comunidades populares, donde vive la gente más golpeada por el fracaso de este régimen. Estamos comprometidos con la construcción del cambio y el progreso de todos los venezolanos. ¡Vamos a derrotar a la violencia!
sábado, 18 de abril de 2015
¡Vamos a derrotar a la violencia!
Las dos caras de nuestra caminata por Los Frailes de Catia. Nuestro casa x casa fue recibido con una gran receptividad por los vecinos deseosos de CAMBIO. Ya finalizando un grupo de motorizados armados que no son de la zona subieron echando plomo. Se encapucharon y preguntaron por algunos de nosotros por nombre y apellido. La policía nada hizo, se fue siguiendo órdenes de los delincuentes. Saverio Vivas, candidato de Catia para Catia, intentó dialogar con ellos y le partieron la cara con una pistola. ¡No nos van a amedrentar! La violencia no va a parar la fuerza de un pueblo que quiere CAMBIO. VAMOS A DERROTAR A LA VIOLENCIA. ¡VENEZUELA TIENE QUIEN LA DEFIENDA!
jueves, 16 de abril de 2015
Activando por el cambio...
En Los Magallanes con Rosa Figueroa, leyenda de CATIA, construyendo el #CambioIndetenible
Una foto publicada por Daniel Fermín A. (@daniel.fermin) el
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Politika de calle #05: Donde no llega el Estado (Publicado en PolítiKa UCAB)
Semana
Santa nos agarró en el llano guariqueño.
Caminos de tierra cruzan la inmensidad de una tierra hermosa, aunque
castigada por los estragos del intenso verano.
Mayores son, sin embargo, los estragos de otro orden, los que provienen
del colapso y el abandono de las instituciones públicas. Los servicios públicos no existen en la
ruralidad venezolana y, más allá del hechizo que evocan las aguas del morichal
y la luz omnipresente de la luna llena en unas noches que nunca son del todo
oscuras, se manifiestan las deficiencias del día a día, la necesidad que pasa
la gente.
Por
cuadras llaneras se ven personas sentadas sobre sus bombonas en la vía
principal, esperando a ver si pasa el camión.
El resto cocina a leña. Luz
eléctrica, ni hablar. El llano se mueve
a punta de plantas que funcionan con gasolina.
Un desperfecto en alguna y sucede lo que encontramos en Parmana: no hay
repuestos, por lo tanto no hay luz, por lo tanto no hay, para decir lo menos,
hielo ni nada que requiera de refrigeración desde hace tres meses. Los Mercales, cerrados. El patrullaje, prácticamente
inexistente. Que el mundo rural posea
riquezas propias, infinitamente distintas a las de nuestro caos urbano, no
justifica el abandono. Por allá no llega
el Estado.
Días antes
nos encontrábamos en otros caminos, también de tierra, que mostraban otros
rostros de hastío sobre otras bombonas, esperando a otros camiones que tampoco
llegaban. Casas de bahareque nos
transportaban a siglos pasados y sólo el zumbido de las motos nos recordaban
que no estábamos en alguna sabana lejana sino en los linderos del Área
Metropolitana de Caracas. Hablamos de la
Zona Rural de El Hatillo.
Más de 400
kilómetros separan las dos localidades.
No obstante, muchos de los problemas son los mismos. ¿Por qué? La
ruralidad tiene su dinámica, sus maneras, lo hemos dicho. No se trata de eso, hay algo más allá: la
ausencia del Estado.
En la Fila
de Turgua conversamos con Gustavo Cisneros.
Comparte nombre y apellido con uno de los magnates más reconocidos del
país y del mundo, aunque su realidad dista mucho de la de su tocayo de La
Colina. Gustavo es docente y promotor
comunitario, recorre todos los caseríos de la Fila pendiente de la cisterna que
surte agua a las casas que dependen de ella ante la ausencia del servicio
directo. En tiempos pasados, con el
esfuerzo de una Cooperativa, consiguió y manejó una ambulancia en El Calvario,
el barrio popular ubicado en la zona urbana, frente al pueblo de El Hatillo,
hasta que se metieron el Estado y la prudencia de las leyes, y dejó de
manejarla... Y dejó de haber ambulancia
en El Calvario. En tiempos remotos fue
concejal, aunque su tono y carácter es la de un hombre que es político en su
preocupación y vocación por lo público, pero que se ha cansado ya del carnaval
partidista y electoral. Es, ante todo,
un hombre sencillo, cordial, servicial, tímido ante la cámara. Conoce a todo el mundo, a los papás de todo
el mundo, y las historias de todo el mundo.
Critica donde hay que criticar, reconoce donde hay que reconocer. Con él recorremos las realidades de la
ruralidad hatillana, a escasos kilómetros de La Lagunita, su despampanante
vecina, con la que comparte, si acaso, una jurisdicción político territorial.
La
comparación la hacemos muy adrede. Es
parte del drama de esta zona remota, rural, que forma parte de un municipio
tenido por muchos, erróneamente, como rico.
También es un municipio de recursos muy escasos, por los cuales se
pelean los ciudadanos de las zonas más densas.
Hay, en El Hatillo, al menos cuatro realidades: la de una clase media
que reclama la atención de las instancias del gobierno, específicamente de la
Alcaldía; una pequeña zona popular que tiene menos gente pero más necesidades;
una robusta zona de mansiones con ciudadanos que, también en su derecho,
reclaman servicios, ornato, seguridad, atención del gobierno; y nuestra zona,
la que recorremos con Gustavo: rural, empobrecida, marginal en el sentido más
estricto de la palabra.
En un
punto de la Fila de Turgua se cruzan tres municipios de Miranda: El Hatillo,
Baruta y un Paz Castillo que ya nos suena lejano a los caraqueños. Más allá de lo trivial, esto viene a
constituir un drama adicional, el de esas tierras de nadie, fronterizas, que nadie suelta pero que tampoco nadie quiere. Allí hay habitantes, más que ciudadanos.
Cuatro
niveles de gobierno tienen competencia sobre la Zona Rural de El Hatillo: el
gobierno nacional, la Gobernación de Miranda, la Alcaldía del Área
Metropolitana de Caracas y la Alcaldía de El Hatillo. A esa lista debemos sumarle la Corporación de
Desarrollo de la Cuenca del Río Tuy “Francisco de Miranda”, mejor conocida como
CorpoMiranda, a cuya cabeza se encuentra el ministro Elías Jaua, bautizado
desde el alto gobierno como el “Protector” del Estado. De modo que con cuatro instancias electas y
una paralela que supera en presupuesto a varias de las anteriores, cabría
suponer algún tipo de presencia y, con suerte, algún esfuerzo mancomunado en la
zona. No es el caso.
No hay
coordinación alguna, nos dice Gustavo.
Las instituciones no se ponen de acuerdo ni se organizan en beneficio de
la comunidad. Hay demasiada separación y
anda cada quien por su lado, insiste.
Compiten, no en gestión, sino en poder: “los que tienen más poder se lo
quitan a los que deberían tener, que tampoco hacen”. Para muestra, el ambulatorio, envuelto en una
confusión administrativa entre la alcaldía y el ministerio, o la seguridad: por
ser Zona Protectora, le corresponde a la Guardia Nacional Bolivariana asumir
labores de patrullaje, pero no las hace.
Tampoco la Policía de Miranda ni la Policía de El Hatillo tienen mayor
presencia, mientras la droga le gana el juego a la juventud en una zona donde
no existen mayores oportunidades de formación, empleo, esparcimiento o buen uso
del tiempo libre.
Gustavo
alude al tema de la partidización como algo que “perjudica mucho” a la
comunidad. No el hecho de que existan
partidos, sino la dinámica que surge cuando los dirigentes ponen el querer
figurar, o “protagonizar”, como él mismo lo define, por encima de las
soluciones y las propuestas concretas.
No hay, a escasos kilómetros de la Capital, los servicios más básicos, y
la partidización, o más específicamente los conflictos que surgen a partir de
la partidización, se han constituido en un obstáculo para que lleguen esos
servicios.
Creemos
justo reconocer, en medio de este estado de abandono en el que viven los
ciudadanos de las zonas rurales, la presencia de mujeres y hombres que trabajan
en lo público y desde lo público. Sorprende
que en algunas zonas de Turgua pasa el aseo urbano, prestado por la alcaldía,
que también proporciona la cisterna. El
ambulatorio cuenta con un médico cubano.
Cuando decimos que no llega el Estado no queremos despachar ni minimizar
estos esfuerzos, sino señalar su insuficiencia.
¿Qué hace
falta para cambiar esto? Es una pregunta que le hacemos directamente a
Gustavo. Responde completando el
diagnóstico: “Somos la otra cara de Venezuela.
La gente que necesita, la gente que no tiene, la gente que pasa
trabajo”. Continúa relatando las
carencias: de transporte público, seguridad, escuelas mal dotadas, ausencia de
comedores, Mercales que no abren, hogares de cuidado diario que hacen falta, y
concluye que se debe “a la misma parte política”, con lo que quiere referirse a
la conflictividad. Aterriza en los
retos, en lo que hace falta para cambiar y se centra en la unión entre los
vecinos y en la imperiosa necesidad de consolidar una mayor organización. Están las leyes que promueven la
participación, los consejos comunales, “pero no se lleva a cabo”. Las soluciones a los problemas de su
comunidad siempre han venido desde la misma comunidad, por eso su foco está
allí, en fortalecer el músculo comunitario, el vínculo social primario,
directo. Quizás es tanto el abandono que
ya siente al Estado lejos, al gobierno en otro plan que no es el de brindar
servicios. O tal vez la experiencia le
ha enseñado que la democracia se consolida desde abajo y las reivindicaciones
se logran con espíritu gregario y reclamo colectivo.
Al drama
de un Estado ausente, de una conflictividad política que obstaculiza la
gestiones de gobierno, de una ruralidad sin mayores dolientes en las instancias
de poder y de una población que está al margen de todo lo hemos llamado
Parmana, Turgua, Zona Rural. Pero
podríamos llamarlo de mil maneras, a partir de mil realidades análogas a lo
largo y ancho del país. Comunidades que
carecen de lo más básico en pleno siglo XXI, ante un gobierno cuyas prioridades
están en otro lado. Coincidimos con
Gustavo en que el progreso está en la fuerza de la gente, en su capacidad de
organizarse y reclamar lo que le corresponde, en la verdadera democratización
de lo público y en una transformación que permita redirigir el esfuerzo estatal
hacia la solución mancomunada de los problemas.
Urge recuperar lo público para la gente, democratizarlo, modernizarlo,
despojarlo de sus lógicas perversas, porque aún hay personas que viven como
hace dos siglos allá, donde no llega el Estado.
@danielfermin
martes, 17 de marzo de 2015
Venezuela en cuatro bloques (Publicado en Tal Cual y RunRunes)
Aguantando la respiración.
Así andamos los venezolanos en medio de una crisis generalizada que se
caracteriza por el desborde de la inflación, el desabastecimiento y la
escasez. Que nada se rompa, que nada se
dañe, que nadie se caiga (sobre la crisis del sector salud podríamos escribir
bibliotecas enteras). Hoy la precariedad
y la vulnerabilidad son cruces que cargamos a cuestas los venezolanos comunes y
corrientes.
Cualquier imprevisto es un golpe.
Los repuestos de automóviles no escapan, por supuesto, a esta realidad, y
cualquier metida al taller implica no sólo la incertidumbre de una fecha de
entrega sujeta a la intercesión de santos patronos de repuestos inencontrables,
sino la del precio final de unos productos que, precisamente por ser escasos,
cuando aparecen son incomprables. Para
el que trabaja con su carro, o el que gracias a su carro puede trabajar en
puntos apartados de la ciudad, una falla mecánica puede ser la diferencia entre
poder hacer mercado o no, entre comer o no.
Particularmente grave es el problema de los cauchos. El “no hay”, consigna real, aunque no oficial,
de la economía revolucionaria, también domina la actividad cauchera. El drama para cualquier hijo de vecino
comienza cuando se percata de que, caramba, a un caucho le falta aire. Manejando con cautela, se acerca tempranito a
la estación de servicio más cercana, donde le dicen que, qué va, a esa hora no
hay aire porque no ha llegado el muchacho, venga más tarde. Accidéntese en horario ejecutivo.
Si sigue a otra bomba, se percata de que existe un patrón. A la tercera estación se rinde, en ninguna
hay aire. Estación de ¿servicio? Se
estaciona y pasa las horas angustiado por un caucho que está ya casi en el
piso. Cuando sale, va, ahora con más
cautela, a otra bomba, donde se da cuenta de que no es cuestión de horario ni
de personal. Las bombas de gasolina ya
no tienen aire. Hasta ese punto llegó el
“no hay”.
Se dirige entonces a una cauchera.
En la primera, pareciera mamadera de gallo, ¡no tienen aire! Se dañó el
compresor y, naturalmente, no hay repuestos.
Piensa en los puestos de trabajo, en un negocio abierto que no sabe bien
cómo funciona sin aire, como panadería sin harina. Afortunadamente, al lado hay otra cauchera. Se estaciona, ya preocupado porque ni el
caucho de repuesto puede colocar en lugar de este que se ha antojado de
dañarse. Recuerda que, precisamente, el
de repuesto está allí porque estaba ya malo para rodar. Cosas de nuestra vialidad urbana.
En esta cauchera corre con suerte.
Aire hay. Lo que no hay son
cauchos. O, bueno, hay promoción de
cauchos con rines, salen en 72 mil los cuatro, le dicen. Pero cauchos, cauchos, así solos, no
hay. Sí, él tampoco lo entiende
mucho. Está convencido de que un arreglo
así debe ser ilegal. También sabe que no
debe ser negocio para el dueño vender un caucho solo. Recuerda la ira que le ha producido en el
pasado aquel absurdo de que en las areperas no te vendan la popular “viuda”, la
arepa sola, aunque la lógica debe ser la misma.
Ira con hambre, la del peor tipo.
Pone cara de poker, como si el precio no lo timbrara, como si
fuera algo accesible, pagable en cómodas cuotas o con el ras de un
tarjetazo. Le da la propina al señor
que, gentilmente, insufló vida al caucho malo y a otro que va por el mismo
camino. Y así va, ya más curtido a la
hora de repetir la rutina, a más tardar en dos o tres días, cuando se vacíe el
caucho que difícilmente puede ahora remplazar.
La odisea del caucho no es caso aislado. Está bien documentado
el porque. El rubro no ha recibido
dólares, por lo cual la producción de neumáticos cayó a la mitad este año. De 21 mil 500 unidades que salían de Goodyear,
Pirelli y Firestone, hoy no llegan a 11 mil entre las tres. El ministro de Transporte Terrestre anuncia
unas divisas para la importación a las que nunca se les ve la cara. Paga, como siempre, la gente.
No es caso aislado, decíamos.
Situaciones análogas hay con los alimentos, los medicamentos, los
repuestos, los insumos médicos. Es una
crisis general, producto del fracaso de políticas económicas trucutú y de la
incapacidad del gobierno para recibir las críticas y rectificar el camino.
Los ciudadanos, los que sufrimos la crisis, tenemos el poder de
cambiar esto en nuestras manos. Nos
intentarán convencer de lo contrario, sembrando desesperanza, indignación y
temor para que sintamos que no, que no hay nada que hacer. Pero somos los venezolanos, los que sufrimos
la odisea del caucho, de la farmacia, del mercado, de la violencia, día tras
día, los que poseemos la oportunidad de manifestar nuestro deseo de cambio de
manera clara y contundente este mismo año, en apenas pocos meses.
Hablamos, por supuesto, de las elecciones a la Asamblea
Nacional. Allí tendremos todos los
ciudadanos un escenario para decir “ya basta” a un régimen de abuso y
corruptela que no supo, en dieciséis años, conducir el país. En las elecciones parlamentarias, la
participación activa de cada venezolano humillado, injuriado, angustiado, será
clave para enderezar el rumbo. Con el
voto, cada venezolano que aguanta hoy la respiración en la más extrema de las
vulnerabilidades podrá exhalar profundo, con la satisfacción de sumar a la
causa de que esto cambie y castigar a la oligarquía malandra que mientras
saquea los recursos del pueblo ha dejado a Venezuela en cuatro bloques.
@danielfermin
sábado, 7 de marzo de 2015
#CambioIndetenible EL VALLE
Conversando con los vecinos en el callejón Villa del Cármen de Barrio Nuevo, calle 1 de EL VALLE, tierra de Nicolás donde no lo quiere nadie, golpeada por la desidia, la violencia y el caos... Estamos construyendo el #Cambio de abajo hacia arriba, con mucha organización, amplitud y trabajo. Juntos vamos a salir de esta #CambioIndetenible
jueves, 26 de febrero de 2015
Polítika de calle #04: Orden de captura (Publicado en PolítiKa UCAB)
La semana pasada, Gustavo Moreno reflexionaba en el editorial de PolítiKa UCAB sobre “El talento preso”. A propósito del primer año de la prisión arbitraria de Leopoldo López, el profesor Moreno nos advertía sobre una cárcel que va más allá de la que sufren López, Ceballos y nuestros estudiantes. Es la prisión de todo un país, dentro y fuera de los calabozos, sometido por la delincuencia y el caos mientras aguarda la reconstrucción de la esperanza. Desde su tribuna, el editorial cierra con un llamado institucional a la libertad de los presos políticos y de la sociedad captiva del miedo y de la barbarie.
La publicación es de fecha 19 de febrero de 2015. Ese mismo día, más de un centenar de hombres fuertemente armados irrumpían en la oficina que comparten el diputado Richard Blanco y el Alcalde Metropolitano de Caracas, Antonio Ledezma, en una operación comando que culminaría con la detención de este último.
El atropello por delante, no hubo orden de allanamiento. Tampoco se identificaron los funcionarios policiales, algunos de ellos portando pasamontañas. Fue patente el uso desproporcionado de la fuerza pública para apresar a un civil desarmado que, aun así, fue golpeado en el trajín. Estallaron la puerta con una mandarria y sometieron a los presentes. A las afueras del edificio, la policía efectuó disparos al aire. Toda una parafernalia de la persecución, el músculo del Estado policial luciéndose frente a la indefensión de la gente de a pie y los trabajadores del edificio, que fueron desalojados para abrirle paso a un brutal acto de abuso de poder.
Ya el terreno estaba abonado. Un linchamiento moral del alcalde en los medios oficiales se encargó de ir ablandando a la opinión pública de antemano. Peculado de uso. Difamación. Sometimiento al escarnio público. Distintos nombres para una misma acción ilegal. La defensa del alcalde introduce también otro: contaminación ideológica de las pruebas. La idea del Ledezma golpista, “vampiro”, conspirador, desestabilizador, difundida ad nauseam a través de la hegemonía mediática y comunicacional del Estado-gobierno-partido. Luego el zarpazo. A Ledezma se le acusa de conspiración, cuando el documento referido como “evidencia” en ninguna parte habla de pretender cambiar la forma republicana de gobierno ni de subvertir el orden democrático.
Más de siete horas estuvo incomunicado Antonio Ledezma. Esa misma noche de su arresto, un grupo numeroso de caraqueños se congregó a las afueras del Servicio Bolivariano de Inteligencia (SEBIN) en Plaza Venezuela, para exigir información sobre el paradero del alcalde. En los sótanos del edificio se ha conocido recientemente sobre la existencia de “La Tumba”, espacios de retención diseñados para la tortura psicológica y física en pleno centro de la ciudad, en pleno Siglo XXI y en plena “democracia participativa”.
Fue hacia la madrugada que, finalmente, se supo que Ledezma no estaba allí sino que lo habían recluido en El Helicoide, conocido monumento revolucionario a la represión y la persecución política.
Las reacciones nacionales e internacionales no se hicieron esperar. La oposición cerró filas, haciendo gala de una Unidad que tantas veces sólo queda en el nombre. A la consternación interna se sumó la preocupación profunda de la comunidad internacional. Desde la OEA hasta la Internacional Socialista, pasando por Unasur, recorrieron el mundo las condenas, los llamados y, cuando poco, la preocupación.
También hubo esa otra reacción, la de los (pocos, hay que decirlo) partidarios de un Maduro encadenado que, eufóricos, celebraban el anuncio de la caída del “vampiro golpista” y coreaban, visiblemente emocionados, consignas invitando a otros personajes de la vida política y empresarial a la cárcel de Tocorón. Preocupante, triste, alarmante.
La mañana siguiente reinaba la indignación. También la incertidumbre. Las fuerzas democráticas convocaron a una manifestación en la Plaza Brión de Chacaíto que, luego de varias modificaciones, terminó siendo una rueda de prensa del diputado Richard Blanco, copartidario de Ledezma, en la que se dejó ver el espíritu de cuerpo de los partidos de la MUD y la firmeza de una oposición decidida a enfrentar el abuso y a no flaquear en la lucha por el rescate de la democracia.
En la Brión, entre pancartas caseras y muestras de apoyo de líderes políticos, partidos, periodistas, trabajadores de la Alcaldía y gente de a pie, conversamos con Carlos Blanco. Es un líder político de toda la vida en Caracas. Ha sido concejal del municipio Libertador y concejal metropolitano. Hoy es miembro de la Dirección Nacional de Alianza Bravo Pueblo, el partido que fundó y preside Antonio Ledezma.
Carlos se muestra, como siempre, atento, cordial, decidido. Su talante no deja de lado la preocupación por la situación del Alcalde Metropolitano. Ledezma está preso por denunciar el fracaso del régimen. Considera que hay una anomia producto de la inoperancia del gobierno. Sobre las denuncias de conspiración, dice que hay un golpe inventado, producto de la imaginación del mismo presidente que “inventa una guerra económica y la pierde”. Para Carlos Blanco, pese a la represión, a la persecución, a las provocaciones y al atropello, el camino es claro: insistir en la vía democrática y electoral. El pueblo se cobrará todas las humillaciones y penurias producto del mal gobierno propinándole una derrota contundente al oficialismo en las próximas elecciones a la Asamblea Nacional.
Gabriel Domínguez es activista político y social. Chacho, como muchos lo conocen, es militante de Voluntad Popular y ha sido dirigente estudiantil en la UCV. Hoy coordina el movimiento Impacientes de Venezuela, dedicado a las reivindicaciones en el sector salud, que ha sido tan golpeado por la crisis. Ronda los 30 años y es de opiniones fuertes. Que Ledezma esté preso forma parte de la misma película y fantasía a la que nos tiene acostumbrado el gobierno, nos dice. En corto, está preso “porque les da la gana”. Los golpes de Estado los dan los militares, no los civiles, así que las acusaciones son puro cuento. Llama a replantear los escenarios, le preocupa que “nos cambiaron las reglas de juego” y la oposición debe, también, cambiar la estrategia.
No podía faltar en esta manifestación la presencia de Rafael Araujo, “el hombre del papagayo”. Es de pocas palabras, sus cometas hablan por él. Aun así, nos dice que la detención de Ledezma es una arbitrariedad y que a la oposición lo que le queda es ganar las elecciones. Su papagayo de hoy está inspirado en “la metida de pata” del gobierno y reza, en tres líneas: “Dictador. Acorralado. Cobarde”.
La vida ha llevado a Yajaira Castro de Forero al activismo político y la defensa de los Derechos Humanos. Vivió en carne propia el calvario de la prisión política cuando su esposo, el comisario Lázaro Forero, fue encarcelado a propósito de los sucesos del 11 de abril de 2002. Nos recuerda que el atropello no es nuevo y que hubo más de 300 presos políticos durante la presidencia de Hugo Chávez. Por el 11 de abril quedan cinco policías presos aunque deberían recibir medidas sustitutivas de libertad. Los comisarios que hoy tienen casa por cárcel recibieron medidas humanitarias, con la cruel condición de que, una vez que mejoren, deben volver a prisión.
Lo ocurrido con Ledezma es sumamente grave. Es el alcalde elegido por los caraqueños. En ese sentido, nos dice Yajaira, la afrenta no es contra una persona sino contra cientos de miles que votaron por él. Lo de Ledezma fue un secuestro, no una detención. Al ver la estrepitosa caída de su popularidad y de la credibilidad de su gobierno, Nicolás Maduro arremete contra los líderes democráticos.
Yajaira coincide con Gabriel: los únicos que dan golpes son los militares y los militares están con el gobierno. El único golpe que hay es el que el gobierno le da todos los días al pueblo con su pésima gestión. Coincide también con Carlos Blanco: lo de la guerra económica ya no se lo cree nadie.
Yajaira es enfática en cuanto al rumbo de acción necesario. Debemos ser solidarios y la oposición debe ir a protestas pacíficas pero contundentes para que se sienta que hay un pueblo que está molesto, que no se puede seguir aguantando la situación actual. Hay, además, una oportunidad, en la forma de las elecciones de diputados a la Asamblea Nacional, para darle un parao al gobierno y establecer un muro de contención contra las violaciones a los derechos humanos.
La persecución ha sido una constante. Resultan acertados los diagnósticos de Yajaira de Forero y Carlos Blanco: ante un gobierno que perdió la calle, que perdió al pueblo, arrecia la represión. También es acertado el de Gabriel: el juego cambió, y la escalada represiva del gobierno ocurre, más allá de los expedientes montados para cada caso, “porque les da la gana”.
¿Hacia dónde apunta esto en pleno año electoral? Preocupan declaraciones del presidente que asoman la ilegalización de la oposición política. No estaba fría la noticia de Ledezma cuando grupos irregulares, primero, y fuerzas policiales, después, tomaban una sede del partido COPEI en Caracas. En el portal Aporrea se promueve abiertamente la suspensión de las elecciones a causa de una “etapa dulce” de un supuesto golpe. Los diputados oficialistas introducen demandas para allanar la inmunidad parlamentaria del diputado Julio Borges, acusándolo también de golpista, tal vez para la gente crea que, aun ganando, desde la Asamblea tampoco se puede lograr nada.
Al momento de escribir estas líneas el país llora la muerte de un niño de 14 años a manos de la policía en una manifestación. Hace nada advertíamos de los peligros de la Resolución 8610 del Ministerio de la Defensa, que promueve el uso de la fuerza mortal en las protestas. Por otra parte, además, el país se entera de la destitución absolutamente arbitraria de la alcaldesa de Guasdualito en el estado Apure. De nuevo el miedo, la desesperanza, jugar a que la gente que sufre las penurias del día a día piense que, ni modo, no hay nada qué hacer.
El gobierno sabe que no puede ganar las elecciones. Los estudios de opinión ubican la popularidad de Maduro alrededor del 20%. Por esto persiguen, tensan la cuerda, se lanzan al abismo de la barbarie. Que intenten suspender las elecciones, y con ellas el juego democrático, no es de extrañar. Lo que ya no pueden lograr por la vía popular, intentarán ahora acometerlo por la vía del miedo, de la inhibición, de la desesperanza y de la militarada.
Un gobierno en una coyuntura como la actual tendría, al menos, dos opciones: abrirse para negociar la salida a la crisis y su permanencia en el escenario político o cerrarse del todo para intentar mantenerse en el poder. El chavismo, históricamente impermeable al reclamo y a la crítica, apuesta hoy por la segunda. Su prioridad, lejos de intentar resolver la profunda debacle política, económica y social que atraviesa el país, es aferrarse al poder y a los privilegios que de este se desprenden. Han pasado el punto de no retorno.
La necesidad del cambio está instalada como idea. Es el mayor anhelo de los venezolanos. No hay cárcel pa’ tanta gente, podríamos decir ante los millones de ciudadanos que hoy desean un país distinto e infinitamente mejor al que ofrece el gobierno de turno.
¿Qué nos queda a los venezolanos? Insistir en la consolidación de una Unidad Nacional que vaya más allá de la unidad de partidos de oposición, para dar organicidad al descontento, ese que identifica a 80% de la población. Nos queda la protesta, para demostrar que el miedo no nos guardará en las casas. Y, por supuesto, nos queda el poder del voto. A este debemos cuidarlo y potenciarlo como herramienta para el cambio y remedio contra la desesperanza.
Insistirán en que la gente piense que no hay nada que hacer. ¡Pero sí lo hay! Con la unidad amplia y la organización del descontento, con la protesta y el voto el pueblo puede recordarle a un gobierno que se lanzó por el camino del terror quién es el soberano. Esa es la ruta: tortuosa, llena de obstáculos y barreras, pero con un final que bien valdrá la pena: la salida de la crisis, la recuperación de las libertades democráticas, la reconstrucción de la institucionalidad, el saneamiento de lo público y la restitución de la esperanza, de la creencia que un futuro mejor es posible en esta tierra de gracia. Mientras tanto, para todo el que piense distinto y se atreva a disentir en Venezuela hay orden de captura… o peor.
@danielfermin
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