La semana pasada, Gustavo Moreno reflexionaba en el editorial de PolítiKa UCAB sobre “El talento preso”. A propósito del primer año de la prisión arbitraria de Leopoldo López, el profesor Moreno nos advertía sobre una cárcel que va más allá de la que sufren López, Ceballos y nuestros estudiantes. Es la prisión de todo un país, dentro y fuera de los calabozos, sometido por la delincuencia y el caos mientras aguarda la reconstrucción de la esperanza. Desde su tribuna, el editorial cierra con un llamado institucional a la libertad de los presos políticos y de la sociedad captiva del miedo y de la barbarie.
La publicación es de fecha 19 de febrero de 2015. Ese mismo día, más de un centenar de hombres fuertemente armados irrumpían en la oficina que comparten el diputado Richard Blanco y el Alcalde Metropolitano de Caracas, Antonio Ledezma, en una operación comando que culminaría con la detención de este último.
El atropello por delante, no hubo orden de allanamiento. Tampoco se identificaron los funcionarios policiales, algunos de ellos portando pasamontañas. Fue patente el uso desproporcionado de la fuerza pública para apresar a un civil desarmado que, aun así, fue golpeado en el trajín. Estallaron la puerta con una mandarria y sometieron a los presentes. A las afueras del edificio, la policía efectuó disparos al aire. Toda una parafernalia de la persecución, el músculo del Estado policial luciéndose frente a la indefensión de la gente de a pie y los trabajadores del edificio, que fueron desalojados para abrirle paso a un brutal acto de abuso de poder.
Ya el terreno estaba abonado. Un linchamiento moral del alcalde en los medios oficiales se encargó de ir ablandando a la opinión pública de antemano. Peculado de uso. Difamación. Sometimiento al escarnio público. Distintos nombres para una misma acción ilegal. La defensa del alcalde introduce también otro: contaminación ideológica de las pruebas. La idea del Ledezma golpista, “vampiro”, conspirador, desestabilizador, difundida ad nauseam a través de la hegemonía mediática y comunicacional del Estado-gobierno-partido. Luego el zarpazo. A Ledezma se le acusa de conspiración, cuando el documento referido como “evidencia” en ninguna parte habla de pretender cambiar la forma republicana de gobierno ni de subvertir el orden democrático.
Más de siete horas estuvo incomunicado Antonio Ledezma. Esa misma noche de su arresto, un grupo numeroso de caraqueños se congregó a las afueras del Servicio Bolivariano de Inteligencia (SEBIN) en Plaza Venezuela, para exigir información sobre el paradero del alcalde. En los sótanos del edificio se ha conocido recientemente sobre la existencia de “La Tumba”, espacios de retención diseñados para la tortura psicológica y física en pleno centro de la ciudad, en pleno Siglo XXI y en plena “democracia participativa”.
Fue hacia la madrugada que, finalmente, se supo que Ledezma no estaba allí sino que lo habían recluido en El Helicoide, conocido monumento revolucionario a la represión y la persecución política.
Las reacciones nacionales e internacionales no se hicieron esperar. La oposición cerró filas, haciendo gala de una Unidad que tantas veces sólo queda en el nombre. A la consternación interna se sumó la preocupación profunda de la comunidad internacional. Desde la OEA hasta la Internacional Socialista, pasando por Unasur, recorrieron el mundo las condenas, los llamados y, cuando poco, la preocupación.
También hubo esa otra reacción, la de los (pocos, hay que decirlo) partidarios de un Maduro encadenado que, eufóricos, celebraban el anuncio de la caída del “vampiro golpista” y coreaban, visiblemente emocionados, consignas invitando a otros personajes de la vida política y empresarial a la cárcel de Tocorón. Preocupante, triste, alarmante.
La mañana siguiente reinaba la indignación. También la incertidumbre. Las fuerzas democráticas convocaron a una manifestación en la Plaza Brión de Chacaíto que, luego de varias modificaciones, terminó siendo una rueda de prensa del diputado Richard Blanco, copartidario de Ledezma, en la que se dejó ver el espíritu de cuerpo de los partidos de la MUD y la firmeza de una oposición decidida a enfrentar el abuso y a no flaquear en la lucha por el rescate de la democracia.
En la Brión, entre pancartas caseras y muestras de apoyo de líderes políticos, partidos, periodistas, trabajadores de la Alcaldía y gente de a pie, conversamos con Carlos Blanco. Es un líder político de toda la vida en Caracas. Ha sido concejal del municipio Libertador y concejal metropolitano. Hoy es miembro de la Dirección Nacional de Alianza Bravo Pueblo, el partido que fundó y preside Antonio Ledezma.
Carlos se muestra, como siempre, atento, cordial, decidido. Su talante no deja de lado la preocupación por la situación del Alcalde Metropolitano. Ledezma está preso por denunciar el fracaso del régimen. Considera que hay una anomia producto de la inoperancia del gobierno. Sobre las denuncias de conspiración, dice que hay un golpe inventado, producto de la imaginación del mismo presidente que “inventa una guerra económica y la pierde”. Para Carlos Blanco, pese a la represión, a la persecución, a las provocaciones y al atropello, el camino es claro: insistir en la vía democrática y electoral. El pueblo se cobrará todas las humillaciones y penurias producto del mal gobierno propinándole una derrota contundente al oficialismo en las próximas elecciones a la Asamblea Nacional.
Gabriel Domínguez es activista político y social. Chacho, como muchos lo conocen, es militante de Voluntad Popular y ha sido dirigente estudiantil en la UCV. Hoy coordina el movimiento Impacientes de Venezuela, dedicado a las reivindicaciones en el sector salud, que ha sido tan golpeado por la crisis. Ronda los 30 años y es de opiniones fuertes. Que Ledezma esté preso forma parte de la misma película y fantasía a la que nos tiene acostumbrado el gobierno, nos dice. En corto, está preso “porque les da la gana”. Los golpes de Estado los dan los militares, no los civiles, así que las acusaciones son puro cuento. Llama a replantear los escenarios, le preocupa que “nos cambiaron las reglas de juego” y la oposición debe, también, cambiar la estrategia.
No podía faltar en esta manifestación la presencia de Rafael Araujo, “el hombre del papagayo”. Es de pocas palabras, sus cometas hablan por él. Aun así, nos dice que la detención de Ledezma es una arbitrariedad y que a la oposición lo que le queda es ganar las elecciones. Su papagayo de hoy está inspirado en “la metida de pata” del gobierno y reza, en tres líneas: “Dictador. Acorralado. Cobarde”.
La vida ha llevado a Yajaira Castro de Forero al activismo político y la defensa de los Derechos Humanos. Vivió en carne propia el calvario de la prisión política cuando su esposo, el comisario Lázaro Forero, fue encarcelado a propósito de los sucesos del 11 de abril de 2002. Nos recuerda que el atropello no es nuevo y que hubo más de 300 presos políticos durante la presidencia de Hugo Chávez. Por el 11 de abril quedan cinco policías presos aunque deberían recibir medidas sustitutivas de libertad. Los comisarios que hoy tienen casa por cárcel recibieron medidas humanitarias, con la cruel condición de que, una vez que mejoren, deben volver a prisión.
Lo ocurrido con Ledezma es sumamente grave. Es el alcalde elegido por los caraqueños. En ese sentido, nos dice Yajaira, la afrenta no es contra una persona sino contra cientos de miles que votaron por él. Lo de Ledezma fue un secuestro, no una detención. Al ver la estrepitosa caída de su popularidad y de la credibilidad de su gobierno, Nicolás Maduro arremete contra los líderes democráticos.
Yajaira coincide con Gabriel: los únicos que dan golpes son los militares y los militares están con el gobierno. El único golpe que hay es el que el gobierno le da todos los días al pueblo con su pésima gestión. Coincide también con Carlos Blanco: lo de la guerra económica ya no se lo cree nadie.
Yajaira es enfática en cuanto al rumbo de acción necesario. Debemos ser solidarios y la oposición debe ir a protestas pacíficas pero contundentes para que se sienta que hay un pueblo que está molesto, que no se puede seguir aguantando la situación actual. Hay, además, una oportunidad, en la forma de las elecciones de diputados a la Asamblea Nacional, para darle un parao al gobierno y establecer un muro de contención contra las violaciones a los derechos humanos.
La persecución ha sido una constante. Resultan acertados los diagnósticos de Yajaira de Forero y Carlos Blanco: ante un gobierno que perdió la calle, que perdió al pueblo, arrecia la represión. También es acertado el de Gabriel: el juego cambió, y la escalada represiva del gobierno ocurre, más allá de los expedientes montados para cada caso, “porque les da la gana”.
¿Hacia dónde apunta esto en pleno año electoral? Preocupan declaraciones del presidente que asoman la ilegalización de la oposición política. No estaba fría la noticia de Ledezma cuando grupos irregulares, primero, y fuerzas policiales, después, tomaban una sede del partido COPEI en Caracas. En el portal Aporrea se promueve abiertamente la suspensión de las elecciones a causa de una “etapa dulce” de un supuesto golpe. Los diputados oficialistas introducen demandas para allanar la inmunidad parlamentaria del diputado Julio Borges, acusándolo también de golpista, tal vez para la gente crea que, aun ganando, desde la Asamblea tampoco se puede lograr nada.
Al momento de escribir estas líneas el país llora la muerte de un niño de 14 años a manos de la policía en una manifestación. Hace nada advertíamos de los peligros de la Resolución 8610 del Ministerio de la Defensa, que promueve el uso de la fuerza mortal en las protestas. Por otra parte, además, el país se entera de la destitución absolutamente arbitraria de la alcaldesa de Guasdualito en el estado Apure. De nuevo el miedo, la desesperanza, jugar a que la gente que sufre las penurias del día a día piense que, ni modo, no hay nada qué hacer.
El gobierno sabe que no puede ganar las elecciones. Los estudios de opinión ubican la popularidad de Maduro alrededor del 20%. Por esto persiguen, tensan la cuerda, se lanzan al abismo de la barbarie. Que intenten suspender las elecciones, y con ellas el juego democrático, no es de extrañar. Lo que ya no pueden lograr por la vía popular, intentarán ahora acometerlo por la vía del miedo, de la inhibición, de la desesperanza y de la militarada.
Un gobierno en una coyuntura como la actual tendría, al menos, dos opciones: abrirse para negociar la salida a la crisis y su permanencia en el escenario político o cerrarse del todo para intentar mantenerse en el poder. El chavismo, históricamente impermeable al reclamo y a la crítica, apuesta hoy por la segunda. Su prioridad, lejos de intentar resolver la profunda debacle política, económica y social que atraviesa el país, es aferrarse al poder y a los privilegios que de este se desprenden. Han pasado el punto de no retorno.
La necesidad del cambio está instalada como idea. Es el mayor anhelo de los venezolanos. No hay cárcel pa’ tanta gente, podríamos decir ante los millones de ciudadanos que hoy desean un país distinto e infinitamente mejor al que ofrece el gobierno de turno.
¿Qué nos queda a los venezolanos? Insistir en la consolidación de una Unidad Nacional que vaya más allá de la unidad de partidos de oposición, para dar organicidad al descontento, ese que identifica a 80% de la población. Nos queda la protesta, para demostrar que el miedo no nos guardará en las casas. Y, por supuesto, nos queda el poder del voto. A este debemos cuidarlo y potenciarlo como herramienta para el cambio y remedio contra la desesperanza.
Insistirán en que la gente piense que no hay nada que hacer. ¡Pero sí lo hay! Con la unidad amplia y la organización del descontento, con la protesta y el voto el pueblo puede recordarle a un gobierno que se lanzó por el camino del terror quién es el soberano. Esa es la ruta: tortuosa, llena de obstáculos y barreras, pero con un final que bien valdrá la pena: la salida de la crisis, la recuperación de las libertades democráticas, la reconstrucción de la institucionalidad, el saneamiento de lo público y la restitución de la esperanza, de la creencia que un futuro mejor es posible en esta tierra de gracia. Mientras tanto, para todo el que piense distinto y se atreva a disentir en Venezuela hay orden de captura… o peor.
@danielfermin
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