Venezuela
atraviesa un momento crítico. Los
estudios de opinión confirman lo que se siente en la calle: estamos mal. En un año de gobierno de Nicolás Maduro todo
ha empeorado y, de manera atípica en una sociedad generalmente optimista, las
encuestas señalan que la expectativa ciudadana es que el futuro será peor. La economía, junto a la conflictividad
política y social, tienen al pueblo contra la pared y 63% ubica claramente al
Presidente como principal culpable del desastre, según Consultores 21. Mas aún, 60% de los venezolanos afirman que
el país que propone Maduro no se parece al país que ellos quieren.
El
gobierno ha sufrido un desgaste brutal.
Lo vemos en nuestras comunidades populares, en los barrios que
frecuentamos. El modelo excluyente,
chantajista e ineficiente se agotó el día en que el colapso de la economía hizo
que el problema se instalara en la casa de la gente. Ante este escenario cabría suponer un
crecimiento sensible de los partidos de la MUD, pero no es así. En un país profundamente polarizado la
alternativa democrática no ha podido capitalizar la acelerada erosión de la
popularidad del gobierno.
Hay
una crisis de conexión y de representatividad en la oposición que hace muy
limitada la capacidad de conversión, es decir, de sumar voluntades a su
proyecto político más allá de su base natural.
Por supuesto que en esto inciden factores que van más allá de la
política. En primer lugar, el cerco comunicacional
ante la censura, la autocensura y la hegemonía oficial en radio, prensa y
televisión. En segundo lugar la crisis
misma, que tiene a los ciudadanos rasguñando por la supervivencia entre colas y
carencias, dejando poco espacio para los temas públicos. También influye la violencia, guapa y
apoyada, que hace que muchos prefieran no meterse en honduras.
Sin
embargo, nos debe llamar a la reflexión el hecho de que, con el gobierno en su
peor momento, y aún con un trabajo valioso, intenso y constante de calle por
parte de los distintos factores de la Unidad, nos cueste tanto la conversión de
quienes alguna vez creyeron en el proyecto del gobierno y de los independientes,
a menudo despachados como ni-ni. ¿Qué
está pasando? Sin duda en Venezuela hoy impera un fenómeno de anomia que se
traduce en desconfianza generalizada y caos que, por cierto, beneficia al
oficialismo y hasta podría decirse que un caos por diseño, orientado a la
desintegración del capital social y cuyo resultado más terrible es la instalación
de un profundo sentimiento de desesperanza.
Para
los sectores democráticos es fundamental construir un mensaje de cambio que
apele a la gran mayoría de venezolanos que no se identifica con el gobierno y
que aspire a convencer a los que todavía lo hacen. En esto es clave que la Unidad explicite un
proyecto alternativo de país que contraste con el Socialismo del Siglo
XXI.
Se
trata de construir, con la gente, una cosmovisión basada en valores claros y
que vaya más allá del terreno de las políticas públicas y de la mercadotecnia
política. Nuestra responsabilidad es
rescatar la política como apostolado y labor pedagógica de la mano de un
discurso profundamente democrático, republicano y popular, que apele al
profundo sentimiento de unión y cambio del pueblo venezolano y encause las
esperanzas de una sociedad agobiada. El
país está claro en que el gobierno fracasó.
Ahora nos toca a nosotros acompañar la denuncia de la propuesta y llevar
a cada rincón de Venezuela esa visión alternativa con el reto de convencer.
@danielfermin
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