miércoles, 3 de diciembre de 2014

La vista en la pelota (Publicado en Tal Cual y RunRunes)

El descontento es prácticamente unánime.  Las últimas encuestas sólo confirman lo que se siente en cada esquina, en la parada, en el vagón del metro: la gente está cansada de pasar tanta necesidad, el país va de mal en peor y la culpa es del gobierno de Nicolás Maduro.  Datanálisis ofrece la fotografía más reciente: 85,7% de los venezolanos perciben como negativa la situación del país.  Tras un año y siete meses de un gobierno que prometió “eficiencia o nada”, nada hay en los anaqueles, nada hacen para combatir la violencia y la impunidad, nada baja de precio sino todo lo contrario, nada que se le ve compón al asunto mientras siga incrustada esta camarilla en el poder.

La inconformidad no es de gratis.  Al final, la revolución no fue más que un festín de privilegios para un grupito, signado además por la irresponsabilidad administrativa y de gestión, el saqueo al erario público y el desborde del hampa.  Mientras unos viajan en aviones de PDVSA sin ningún tipo de control ni rendición de cuentas, en flagrante peculado de uso, el pueblo hace colas de madrugada para comprar gas y los pocos alimentos que se consiguen.  Son proezas conseguir champú, detergente, pañales, jabón.

La desconexión de la cúpula gobernante con la gente de carne y hueso es total, por eso la caída libre de su popularidad.  De más está decir que si más de 85% de la población está descontenta, en esa cifra caben no sólo los opositores de siempre sino también miles de ciudadanos decepcionados por el fraude que resultó ser el “primer presidente chavista”.

Hoy el cambio es un clamor popular.  La cola, el tiro, el “no hay”, el secuestro, el “dos por persona”, el “compré lo que había”, el atraco, el billete que cada día compra menos, el abuso, en fin, el desastre, son elementos de una absurda pesadilla que nuestra gente quiere dejar en el pasado, y frente a la cual sólo reciben como respuesta de arriba la excusa, la conspiración, la CIA, el imperio, la guerra económica, la burguesía, El Niño, la iguana.  Haga el sacrificio, por la revolución, le dicen.  Necesito su apoyo y lealtad, le exigen, mientras día a día se deteriora la calidad de vida y se reducen las oportunidades.  No más.

Los sectores democráticos debemos estar a la altura de las circunstancias.  La gravísima crisis que vivimos nos exige acompañar a los venezolanos en los problemas de verdad, en el reclamo, en la contraloría social, y proponer alternativas serias para lograr el cambio que requiere Venezuela.  Las rutas son diversas: unos plantean la Constituyente, otros el Congreso Ciudadano, otros más la revocatoria del mandato del presidente.  Todas son caminos válidos y, aunque hemos planteado ya la inconveniencia de algunos de ellos y los peligros que suponen frente a un régimen como este, debemos reconocer en la heterogeneidad del reclamo un valor y mantener claro el objetivo de lograr el cambio político.

Ahora, más allá de estas y otras propuestas hay un compromiso ineludible, prácticamente mañana: la elección de una nueva Asamblea Nacional.  Hacia allá debemos ir con el reto de transformar la inconformidad en una sólida mayoría que convierta lo que es hoy un adorno del poder en una herramienta poderosa para el cambio.  Un parlamento que represente a la gente.  Allí estará la medida del éxito o el fracaso de todo el que se diga político en el próximo año, en su capacidad de traducir el descontento en votos por el cambio.  Desde la Asamblea Nacional podremos darle voz a los que hoy no la tienen e impulsar una agenda de transformaciones profundas en lo político, económico y social, que nos permitan avanzar juntos hacia el progreso.

En medio de este panorama, preocupa la exacerbación de descalificaciones y divisiones entre demócratas.  Fracasaremos y le fallaremos al país si no enfocamos todas nuestras energías en salir de un régimen autocrático, represor, violador de los derechos humanos y que cada día nos hunde en la miseria producto del modelo fracasado que importaron de Cuba.

Hay mil luchas, de mil sectores distintos, a veces contrapuestos entre sí.  El mal gobierno no lo aguanta nadie.  Lamentablemente, esto lleva a veces al desbordamiento de las pasiones desde todas las trincheras, dejando heridas que tardarán en sanar si no se le pone reparo inmediato a la situación.  En esto, la víctima es siempre la gente, que ve a sus interlocutores en una pelea ajena y estéril.  En la lucha por la democracia y el progreso hay que superar las mezquindades, el sectarismo y el canibalismo político.  Sería miope y criminal pelearse por ser el “mejor segundo” o el primero de la oposición.  El país no perdonaría tamaña grosería.

El pueblo espera mucho de sus dirigentes en medio de esta crisis tan difícil: seriedad, lucha, responsabilidad, acompañamiento.  No lo defraudemos.  Venezuela nos necesita más unidos que nunca, mantengamos la vista en la pelota y luchemos juntos.

@danielfermin

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