Como
el estudiante vago, el presidente esperó hasta el último momento. Tras un año de una Ley Habilitante solicitada
con la excusa de combatir la corrupción, Nicolás Maduro anunció, la noche antes
de vencerse su habilitación, 28 nuevas leyes y reformas. Al final del día fueron 41, apuradas,
improvisadas e inconsultas.
Aún
el país no conoce en detalle estas nuevas leyes. En cadena, el presidente anunció 16 y dejó la
tarea de informar del resto a sus ministros.
Es un proceder atropellado meter de contrabando, entre gallos y media
noche, una reforma legal de esta magnitud.
¡Vaya participación popular! La guinda es la actitud del gobierno, que
jura que se la está comiendo y que fregaron a la oposición, cegados por una
soberbia tremenda que sólo incrementa su desconexión definitiva con los
problemas de la gente.
Tras
el choricero de artículos, numerales, literales y leyes, el país va muy
mal. Cifras del propio Instituto
Nacional de Estadística dibujan un repunte espeluznante de la informalidad, que
salta casi 6%. Mas aún, 84% de los
empleos clasificados por el INE en el último año lo generó el sector
informal. La violencia empeora cada día
más, de nada sirve que la nueva ministra sea, como el anterior, un
militar. En el primer semestre del año
hubo 455 homicidios de niños y adolescentes en lo que representa una guerra
clara del hampa al futuro. En el país de
las mayores reservas mundiales, los ciudadanos se humillan haciendo colas
buscando gasolina. En año y medio Maduro
trituró la economía y con ella la calidad de vida de los venezolanos, mientras
aumenta la censura, la represión, la violación a los derechos humanos. Las ciudades son cerros de basura, de miedo y
desconfianza, colapsadas a las primeras cuatro gotas de lluvia. Todo mal hecho.
Si
el problema del país se resolviera con leyes Venezuela sería el país más
desarrollado, equitativo y próspero del mundo.
Pero no se trata de leyes, mucho menos cuando pretenden, estas nuevas y
otras no tan nuevas, acelerar el proceso de dominación social y pasarle por
encima a la Constitución para darle al gobierno, por la vía legal, el sustento
que ha perdido en el apoyo popular. Allí
está la Ley Desarme, aprobada pero no implementada por el chantaje del hampa
roja, guapa y apoyada, que hoy ocupa a sus anchas incluso antiguas sedes
policiales y sedes de gobierno.
El
problema es el modelo. Con este
paquetazo legal, el pueblo pagará una vez más el fracaso del gobierno. Ante el fracaso de la política económica y
sin reparar un instante en la regaladera de los recursos de los venezolanos a
otros países, el gobierno de Maduro le mete la mano en los bolsillos a los
venezolanos porque se quedó sin plata. Más
impuestos. Y ¿Para qué la plata? No es
para resolver la grave crisis que vivimos, sino para financiar, otra vez y con
el dinero de todos, la campaña del partido de gobierno con miras a las
elecciones de la Asamblea Nacional.
El
combate a la corrupción no fue más que un pretexto chimbo, como deja en
evidencia una reforma a la Ley Anticorrupción que permite al presidente
declarar como “secreta” cualquier información en la materia. En lugar de enfrentar la corrupción con
transparencia, la ley da facultades para encubrirla. El mundo al revés.
El
país se les fue de las manos. Más
ocupados en mandar que en gobernar, en el control que en el bienestar del
pueblo, desataron la peor crisis de la historia reciente. El desastre rojo no se arregla estudiando la
noche antes del examen. Nuestra
situación gravísima no admite soluciones piratas. Por eso hay que cambiarlos y, con ellos,
cambiar radicalmente su modelo fracasado.
De allí la importancia de organizarnos para lograr una mayoría
contundente en la Asamblea Nacional.
Desde allí podremos impulsar los cambios que requiere el país y ejercer
un control efectivo del gobierno, de manera responsable y seria.
Con
la verdad por delante, sin convertir la AN en una especie de genio o hada
madrina, hay que llevar el mensaje de unión y cambio por todos los rincones,
conversando con la gente sobre lo que puede (y no puede) lograr una nueva
Asamblea Nacional, que responda al pueblo y no a un grupito enquistado. Es la próxima parada, y nuestra más cercana
oportunidad para enderezar el rumbo de un país que se desbarata por un gobierno
pirata.
@danielfermin
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