Sociólogo, Político, investigador, profesor universitario y articulista venezolano. Pensando la realidad desde la Ciudad de Plástico, capital del País Portátil.
jueves, 20 de noviembre de 2014
Gobierno pirata (Publicado en Tal Cual y RunRunes)
Como
el estudiante vago, el presidente esperó hasta el último momento. Tras un año de una Ley Habilitante solicitada
con la excusa de combatir la corrupción, Nicolás Maduro anunció, la noche antes
de vencerse su habilitación, 28 nuevas leyes y reformas. Al final del día fueron 41, apuradas,
improvisadas e inconsultas.
Aún
el país no conoce en detalle estas nuevas leyes. En cadena, el presidente anunció 16 y dejó la
tarea de informar del resto a sus ministros.
Es un proceder atropellado meter de contrabando, entre gallos y media
noche, una reforma legal de esta magnitud.
¡Vaya participación popular! La guinda es la actitud del gobierno, que
jura que se la está comiendo y que fregaron a la oposición, cegados por una
soberbia tremenda que sólo incrementa su desconexión definitiva con los
problemas de la gente.
Tras
el choricero de artículos, numerales, literales y leyes, el país va muy
mal. Cifras del propio Instituto
Nacional de Estadística dibujan un repunte espeluznante de la informalidad, que
salta casi 6%. Mas aún, 84% de los
empleos clasificados por el INE en el último año lo generó el sector
informal. La violencia empeora cada día
más, de nada sirve que la nueva ministra sea, como el anterior, un
militar. En el primer semestre del año
hubo 455 homicidios de niños y adolescentes en lo que representa una guerra
clara del hampa al futuro. En el país de
las mayores reservas mundiales, los ciudadanos se humillan haciendo colas
buscando gasolina. En año y medio Maduro
trituró la economía y con ella la calidad de vida de los venezolanos, mientras
aumenta la censura, la represión, la violación a los derechos humanos. Las ciudades son cerros de basura, de miedo y
desconfianza, colapsadas a las primeras cuatro gotas de lluvia. Todo mal hecho.
Si
el problema del país se resolviera con leyes Venezuela sería el país más
desarrollado, equitativo y próspero del mundo.
Pero no se trata de leyes, mucho menos cuando pretenden, estas nuevas y
otras no tan nuevas, acelerar el proceso de dominación social y pasarle por
encima a la Constitución para darle al gobierno, por la vía legal, el sustento
que ha perdido en el apoyo popular. Allí
está la Ley Desarme, aprobada pero no implementada por el chantaje del hampa
roja, guapa y apoyada, que hoy ocupa a sus anchas incluso antiguas sedes
policiales y sedes de gobierno.
El
problema es el modelo. Con este
paquetazo legal, el pueblo pagará una vez más el fracaso del gobierno. Ante el fracaso de la política económica y
sin reparar un instante en la regaladera de los recursos de los venezolanos a
otros países, el gobierno de Maduro le mete la mano en los bolsillos a los
venezolanos porque se quedó sin plata. Más
impuestos. Y ¿Para qué la plata? No es
para resolver la grave crisis que vivimos, sino para financiar, otra vez y con
el dinero de todos, la campaña del partido de gobierno con miras a las
elecciones de la Asamblea Nacional.
El
combate a la corrupción no fue más que un pretexto chimbo, como deja en
evidencia una reforma a la Ley Anticorrupción que permite al presidente
declarar como “secreta” cualquier información en la materia. En lugar de enfrentar la corrupción con
transparencia, la ley da facultades para encubrirla. El mundo al revés.
El
país se les fue de las manos. Más
ocupados en mandar que en gobernar, en el control que en el bienestar del
pueblo, desataron la peor crisis de la historia reciente. El desastre rojo no se arregla estudiando la
noche antes del examen. Nuestra
situación gravísima no admite soluciones piratas. Por eso hay que cambiarlos y, con ellos,
cambiar radicalmente su modelo fracasado.
De allí la importancia de organizarnos para lograr una mayoría
contundente en la Asamblea Nacional.
Desde allí podremos impulsar los cambios que requiere el país y ejercer
un control efectivo del gobierno, de manera responsable y seria.
Con
la verdad por delante, sin convertir la AN en una especie de genio o hada
madrina, hay que llevar el mensaje de unión y cambio por todos los rincones,
conversando con la gente sobre lo que puede (y no puede) lograr una nueva
Asamblea Nacional, que responda al pueblo y no a un grupito enquistado. Es la próxima parada, y nuestra más cercana
oportunidad para enderezar el rumbo de un país que se desbarata por un gobierno
pirata.
@danielfermin
miércoles, 12 de noviembre de 2014
Burla al pueblo (Publicado en Tal Cual, RunRunes y revista Dinero)
El cálculo de Maduro del salario de los venezolanos en dólares no quiere decir que él sea bruto, sino que está convencido de que los venezolanos lo somos. Según el presidente, tenemos “el más alto Ingreso Mínimo Legal Mensual del continente” y ganamos, como mínimo, 1.097 dólares cada mes. El argumento, además de falso, encierra otro mensaje no tan velado e igual de mentiroso: “afuera están peor” o, mejor dicho, “agradece, que afuera están peor”. Es de un cinismo atroz y una burla perversa en la cara del pueblo decirle a un trabajador que su ingreso precario, ese que no le alcanza para hacer un mercado completo y pagar los servicios y las deudas, es de más de mil dólares. Muy distinto sería el cuento de ser así.
La revolución nunca se equivoca. Hay conspiraciones, componendas internacionales, sabotaje interno, inoculaciones secretas. Su lógica orwelliana ha llevado a la élite de la revolución a una arrogancia tremenda producto del poder absoluto que degenera en una mirada de desprecio sobre los ciudadanos, de la cual se desprende la subestimación y que explica la facilidad con la que se burlan del pueblo. Se vieron sorprendidos por una sociedad que, contrario a lo que pensaban, sí saca cuentas y sí es capaz de indignarse, y tras aumentar 45% los sueldos del partido (armado) de gobierno, que además acumula alrededor de 500% de aumentos en 15 años, la oligarquía roja tuvo que paliar esa indignación colectiva anunciando, improvisadamente como de costumbre, un aumento, esta vez de 15%, para ese estorbo de segunda que conforman los civiles en la sociedad.
20 bolívares diarios. Ese es el aumento. Le queda grande la palabra. No alcanza ni para un café de barra, no es un cuarto de carrera de mototaxi ni da para una empanada en un país en el que el billete más grande compra si acaso la chuchería baratona del kiosco. Aun así el gobierno, casi ofendido por la osadía de un pueblo sabio y molesto, ha salido a defender sus migajas. El vicepresidente de Planificación y Conocimiento, Ricardo Menéndez, dijo que el aumento es mayor a la inflación y a la canasta básica. Para no quedarse corto, afirmó también que el ajuste salarial garantiza la reducción de la pobreza. No se trata solamente de una gran irresponsabilidad y mayor mentira, ni retrata apenas una desconexión total con los padecimientos de la gente, sino que expresa una burla deliberada y cínica a todos los venezolanos, especialmente a los más humildes y vulnerables.
El gobierno está acostumbrado a burlarse del pueblo, no es la primera vez. La fantasía de la “guerra económica”, atapuzada por la propaganda oficial, se ha convertido en la excusa predilecta de un gobierno incapaz y de su modelo fracasado pero es, en esencia, la mayor de las burlas. Son mil burlas, o la burla continuada: la escasez total del cemento y las cabillas, después de nacionalizadas ambas industrias, la violencia en la calle luego de más de veinte planes fracasados de seguridad y la rotación infinita de ministros, los atracos diarios en el transporte público luego de rimbombantes payasadas de militarizar el metro y los carritos por puesto, el horror carcelario luego de la creación de más burocracia en la forma de un nuevo ministerio que ha agravado el problema, el presidente de la Asamblea Nacional solicitando una fulana lista de corruptos cuando el gobierno sabe bien dónde están y quiénes son sin que pase nada, la importación de gasolina debido a la destrucción de la industria petrolera, la situación de los derechos humanos. Iguanas, paramilitares, imperios, yo-no-fui.
Lamentablemente no tenemos un gobierno serio sino una pandilla de improvisados engolosinados con los privilegios y el poder. En su infinita arrogancia de poderosos se burlan del pueblo todos los días mientras el país se cae a pedazos. Por eso urge cambiarlos. Los venezolanos merecemos recuperar la senda al progreso y el desarrollo, con un gobierno que crea en su gente y que apueste todo por ella. La ruta no es sencilla e implica vencer a una camarilla incrustada y sin escrúpulos. La próxima parada es la Asamblea Nacional. Allí debemos impulsar un cambio en la correlación de fuerzas que le devuelva las funciones a un parlamento que no legisla y que se muestra subalterno al Ejecutivo, que es apenas una pantomima que nada hace por brindar respuesta a los problemas del país. Traduciendo el descontento mayoritario de la calle en una mayoría clara en la Asamblea, podremos poner fin a la burla e impulsar los cambios que requiere Venezuela.
@danielfermin
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